TOROS
Desbordado triunfalismo en Sanlúcar
El peruano, Talavante y El Juli salen a hombros tras una corrida carente de excesiva brillantez
![Desbordado triunfalismo en Sanlúcar](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2016/05/30/v/roca--620x349.jpg)
Con la retahíla de trofeos concedidos, cualquiera diría que se ha presenciado la quintaesencia de la tauromaquia. Nada más lejos de la realidad, si bien es cierto que el público disfrutó con el esfuerzo de tres toreros de variado y distinto corte. Así, El Juli expone un toreo sobrio, severo, pulcro, académico y ortodoxo . El de Talavante , en cambio, es dulce, grácil, revestido de viva plasticidad . Mientras Roca Rey representa el arrebato incipiente de la juventud, capaz de enrocarse el toro a la cintura y ejecutar malabares imposibles .
Abrió plaza un castaño que se quedó corto bajo el capote de El Juli, quien se ajustaría en un teñido quite por chicuelinas. Tras unos doblones iniciales en los que el toro repitió con interés las embestidas, El Juli planteó el trasteo a base de derechazos, en los que conducía la briosa y noble acometida de la res. También mostró boyantía el animal por el pitón izquierdo, circunstancia aprovechada por el diestro para plasmar una labor compuesta por múltiples pases, carentes de exquisitez y excelencia.
Se estiró con donaire a la verónica frente al cuarto El Juli en un alegre saludo capotero, animal de noble y codiciosa embestida, si bien, lo limitado de sus fuerzas le obligaban a rebrincar en exceso sus acometidas. Muleta en mano, el madrileño se prodigó en derechazos sucesivos mediante quites en línea. Cuando pasó al toreo al natural, advirtió que el toro se le revolvía y echaba ala cabeza arriba a la salida de los muletazos. Hubo de esforzarse el torero para ligar pases a un ejemplar que careció de la boyantía extrema presentada por sus hermanos. Mató de dos pinchazos y estocada.
Escasa fuerza y corto recorrido en las embestidas presentó el segundo de la suelta, hasta el punto de que apenas sufriría castigo en vara. Animal con evidentes problemas en su tracción renqueaba en su dócil y repetida acometida en persecución de la franela de Talavante. A pesar de que éste lo condujo con suavidad y a media altura e incluso alcanzó dibujar algún muletazo relajado y limpio, a la labor, en su conjunto, le faltó la necesaria ligazón y profundidad.
El breve desplazamiento del quinto de la tarde impidió a Talavante desplegar el toreo a la verónica. Poco picado, el toro regalaría al extremeño algunas acometidas francas en el último tercio, circunstancia aprovechada por aquel para gotear conatos de excelsitudes en destellos aislados de torería. Aunque para conseguirlos hubo de salvar la aspereza e incluso la incertidumbre de unas embestidas bruscas y a media altura. Manoletinas postreras constituyeron preámbulo a una estocada tendida.
Vuelta al ruedo
Se giró con garbo a la verónica Roca Rey, en la que ganó terreno y cargó la suerte, hasta que el toro, ya en los medios, se le paró en seco. Después estampó un luminoso y frondoso quite por caleserina, enalteció de júbilo a los tendidos. Con hieráticos y ceñidos estatuarios inició una desigual labor muleteril, compuesta por enredadas series por ambos pitones, en la que alternaban pases templados con algunos enganchones y desarmes. Consiguió su punto álgido en la fase postrera del trasteo, cuando, aprovechando la extrema nobleza de su oponente, acortó distancias y se prodigó en circulares y circulares invertidos de milimétrica reunión. Una perfecta ejecución del volapié puso feliz broche a su actuación.
Variada y armoniosa labor capoteril dibujó el peruano al sexto mediante chicuelinas, verónicas y revolera. Obra que obtuvo su cénit con un quite por gaonera. Fue este último un animal de extrema nobleza y menoscabado en su poder, conjunción idónea para que el joven torero brindara otra sesión de su estilo jubiloso, poderoso, alegre y superficial, que tan fácilmente conecta con el público. Tras múltiples pases y con el enemigo refugiado en tablas, llegó de nuevo el paroxismo con los quites insistentes entre los pitones. Tras una estocada baja, se le concedieron de forma excesiva los máximos trofeos y, de manera enigmática e inexplicable se premió el toro con la vuelta al ruedo.
Finalizado el festejo, El Juli regaló el sobrero. Animal que sin ser un dechado de virtudes, pues echaba la cabeza arriba y frenaba las embestidas, sí permitió que un Juli pundonoroso se pasara con él en denodada labor para cuajar faena de cierta enjundia. Y una gran estocada le valió de salvoconducto para salir junto a sus compañeros a hombros.