TOROS

Cádiz ya tiene torero

El mal uso de los aceros limita la gran tarde de Fran Gómez

JOSÉ REYES

Oblicuo y dorado, el sol del liviano otoño sanluqueño ponía goterones de oro cansado en el guiño luminoso de los inquietos alamares. Rota la solemne procesión del paseíllo, el toricantano Fran Gómez asía decidido el capote con el que iba a recibir al primer toro de su carrera. Y saltó al ruedo Virtual, número 29, negro, de 472 kilos de peso, con el que se erigiría en nuevo miembro del selecto grupo de doctores en tauromaquia. Pero ni éste ni Fandanguero, que hizo sexto, brindaron facilidades al gaditano para hacerle la tarde triunfal y placentera.

Fueron toros pegajosos, de escaso recorrido e incómodos, sobre todo el último, con los que erró con reiteración con los aceros, circunstancia que determinaría el nulo bagaje de trofeos obtenidos. La suerte suprema es la más difícil de todas y su pericia sólo se adquiere con su ejercicio continuado . A pesar de su exitosa etapa como novillero , hacía ya más de año y medio que Fran no se vestía de luces.

Derrochó Virtual encendidas y repetidoras embestidas de salida que fueron respondidas con ajustadas verónicas por Fran Gómez, con la suerte siempre cargada, hasta rematar con ceñida media en el centro del ruedo. Galleó por chicuelinas para llevar a su oponente a jurisdicción del picador, a cuya salida cayó el toro en lastimosa voltereta, de la que saldría con evidente merma en su tracción. Recibido los trastos de su padrino de ceremonias, Antonio José Blanco, brindó Fran el primer toro a su padre, presente en el tendido. Muleta en mano, templó con armonía la rebrincada acometida de la res, a la que pasó en redondo y al natural con muletazos decididos y suaves. Consiguió trazar naturales de sumo gusto y enjundia y, a pesar de no alcanzar la redondez de la faena, dadas las condiciones del burel, se le vio entregado y tranquilo durante toda su labor. Tras prender una estocada, el mal uso del verduguillo reduciría su premio a una fuerte ovación.

Mediante verónicas, chicuelinas y postrera revolera paró de capa la pegajosa acometida del ejemplar que cerraba plaza. Inició el trasteo de franela con un escalofriante pase cambiado por la espalda en los medios para proseguir con tandas de derechazos, en las que el toro acortaría de forma clamorosa sus embestidas. Situación que se repetiría al ensayar el toreo al natural. Esforzada labor, en la que ligaba los pases con cierto donaire y clara solvencia, salvando la escueta y difícil acometida de la res. Marró con el uso de la tizona y volvió a ser ovacionado.

Saludó con mandones verónicas Antonio José Blanco al colorado de capa y casi playero de cuerna que hizo segundo. Ejemplar de sosa embestida, que llegaría al último tercio con tanta nobleza como pocas fuerzas. A pesar del empeño demostrado por el torero local, no lograría éste otorgar profundidad a sus muletazos, pues en cuanto bajaba la mano el toro se desplomaba. Lo cual no constituyó óbice para que exprimiera de su flojo oponente hasta la última de sus medias arrancadas. En la línea de sus hermanos, el cuarto ejemplar también careció del brío necesario para dotar de la seriedad y emoción necesarias a sus embestidas. No obstante, la certera ejecución del volapié constituiría único y sorprendente salvoconducto para la obtención de una oreja.

Imprimió gusto y torería Caro Gil en los lances de recibo a su primer toro y sorprendería a la concurrencia con una continuada competencia de quites consigo mismo, donde alternó uno por luminosas lopesinas, otro por saltilleras y un tercero por gaoneras. Aprovechó la extrema boyantía del astado, de acometidas largas, nobles y templadas, para sentirse en el toreo en redondo e improvisar cambios de mano y circulares en la cara de la res. Prolongada faena que, sin llegar a ser maciza, contó con pasajes de evidente inspiración. Falló a espadas y dio la vuelta al ruedo. La manifiesta brusquedad en sus embestidas del quinto de la suelta, impidió a Caro Gil trazar pinceladas de sus variadas y excelentes dotes capoteras. Sí los pudo esbozar con la muleta, engaño con el que dibujó naturales sueltos y cambios de mano impregnados de sabor. Arrebatadores trincherazos y ayudados por alto pusieron fin a una faena que contó con altibajos de ortodoxia pero que siempre mantuvo un elevado tono artístico.

Oculto ya el sol tras el horizonte de Poniente, la noche regalaba su fondo de azules y azabaches en la salida del coso del nuevo torero gaditano.

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