Molinetes y trincherazos
De Zuloaga a Albaicín
En Albaicín convergen ciertas peculiaridades que en un principio no se atisba en lo que se entiende como toreo gitano, que no es otro que hacer del toreo clásico (con todos sus cánones) sentido y estilo de su sangre misma
Lo que soñaba en el lienzo Ignacio de Zuloaga lo despertó en el albero Rafael Albaicín. Se hizo la pintura carne y la carne oro viejo, cuando el ahijado del pintor se puso la taleguilla para humanizar el sueño pictórico de Zuloaga. Hace unos días ... di una charla en el Club Cocherito de Bilbao, donde diserté sobre la importancia del toreo gitano (a menudo no reconocido); los Gallo, Rafael y José, los Gitanillos, Curro y Rafael, Cagancho, Paula y sin olvidar, naturalmente, a Rafael Albaicín. Allí, Rafael Ferrer (Vicepresidente de Cocherito) contó que Albaicín llegó a tener tal ambiente en Bilbao que tuvo hasta tres peñas taurinas, las cuales tristemente desaparecieron con el tiempo. Dicho sea de paso, Albaicín era un hombre de enorme atractivo y carisma para las féminas, lo cual ayudó con sus suspiros para alzar dichas peñas.
Lo cierto es que en Albaicín convergen ciertas peculiaridades que en un principio no se atisba en lo que se entiende como toreo gitano, que no es otro que hacer del toreo clásico (con todos sus cánones) sentido y estilo de su sangre misma, dejando el eco de su cante al aire libre, a pulso de su alma. Y es que el hijo de la bailaora Agustina no abre el compás y tampoco carga la suerte echándole la pata alante en el embroque como sí harían sin ir más lejos Cagancho y Curro Puya. Su toreo se nos presenta más indolente e hierático, tal es así, que lo podemos asemejar con el estilo del mismísimo Manolete. La maravilla de este madrileño reside precisamente en eso, en abrir el abanico del toreo gitano a otros lares sin perder su cultura misma, pues incluso en esa cierta sequedad y levedad estática, no pierde ni un ápice de gitanería y melancolía en sus formas, de ese sentir del sentimiento propio de la sangre calé. Torero polifacético donde los haya, siempre llamó la atención por lo original y personal de sus ternos, a veces excesivamente atrevidos, los cuales en su cuerpo y rostro de tez morena, adquirían ese áurea del lejano oriente, de esas tierras de donde dicen… venimos los gitanos andando descalzos entre montes y ríos. Se sabe que se hizo una montera blanca, la cual nunca llegó a estrenar en la plaza. Las cosas de las cosas… que nos dijera Paula, de este sueño de Zuloaga llamado Rafael Albaicín.
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