Toros
Gran tarde de toros en El Puerto
El Juli se despidió de la afición portuense en una emotiva corrida tras 25 años en los ruedos
Roca Rey paga con sangre y heroísmo la sucesión de El Juli en el trono del toreo
Dichosa la rama que al tronco sale
Entretenida y variada de aconteceres resultó la primera corrida del abono estival. Se despedía El Juli de la afición portuense tras veinticinco años en los ruedos como matador y ésta le tributó una cerrada ovación al concluir el paseíllo. A lo que correspondió el madrileño con torero saludo, montera en mano.
Triunfó con total rotundidad el joven diestro local Daniel Crespo, que cortó tres apéndices y plasmó una bella faena al quinto toro de la tarde-noche, un bravo y noble animal que fue premiado con póstuma vuelta al ruedo. Y ese ciclón de la torería que es Roca Rey regaló otro gesto de pundonor y valentía al salir de la enfermería para lidiar a su segundo oponente tras ser cogido por su primero e inferirle una cornada en el gemelo de 18 centímetros y dos trayectorias.
Se vivieron también momentos brillantes a cargo del peonaje, cuyos excelentes pares de banderillas hicieron desmonterar a Viruta, Miguel Ángel Sánchez y, sobre todo, a un torerísmo Fernando Sánchez. Variedad de circunstancias a la que se sumó la policromía de capas del encierro enviado por Núñez del Cuvillo, en el que se vieron toros colorados, negros, jaboneros, salpicados... todo un vivo tratado de accidentes en el pelaje. Dada la tendencia a la vehemente petición de orejas que ha adquirido esta plaza se puede entender que a todos los toros se les cortara alguna, si bien, en algunos casos el premio resultó un tanto excesivo, sobre todo al considerar la deficiente colocación de las espadas.
Negro salpicado, gargantillo, lucero, bien armado de pitones y bizco del izquierdo, el ejemplar que abrió el festejo embistió con suavidad y humillación al capote de El Juli, aunque su tendencia siempre fuera salir suelto de las suertes Se fue en estampida al recibir el castigo de la puya y acometió con suma docilidad a las ceñidas chicuelinas con las que el madrileño quitó con lucimiento en los medios.
En el tercio de muerte el toro corroboraría lo que ya había apuntado: buen emboque en el inicio del pase pero con finales desabridos al desinteresarse de la pelea y buscar la huida. Se esforzó El Juli para mantener encendido el celo del animal y eso resultó muy del agrado del público, que solicitó con fuerza la oreja tras cobrar aquél una estocada trasera de efecto fulminante. Sin entrega ni codicia alguna, el colorado que hizo cuarto no le permitió estirarse con soltura a la verónica.
Pero tras empujar bajo el peto, arribó al último capítulo de su lidia con muy corto recorrido y muy sosa embestida, que siempre culminaba con un incómodo derrote en alto. Pero El Juli expuso quietud, poderío y mando, hasta hilvanar series de derechazos con mucha enjundia y verdad. Sometido el enemigo, éste cantó su desrazada condición al inhibirse progresivamente de la lid y mostrar desgana y apatía en sus ya cansinas embestidas. Con una estocada muy trasera que asoma y un descabello se despedía El Juli de El Puerto por la puerta grande, tras mostrarse muy por encima de sus incómodos enemigos.
El segundo de la suelta fue un toro jabonero que repitió su embestida sin humillar en el florido y variado saludo capotero con que lo recibió Roca Rey. Tomó un simulacro de vara del caballo que hacía puerta y acometió con fuerza a la estremecedora sucesión de apretadísimas chicuelinas y tafalleras con que el peruano entusiasmó a la concurrencia. Muleta en mano, Roca Rey aguantó con firmeza y arrojo la brusca, exigente embestida de la res. Fue faena con altibajos, de poderío con la diestra pero sin demasiado acople al natural, donde el jabonero le sorprendió y le ganó la acción en ocasiones.
En las postrimerías del trasteo, el diestro peruano resultó cogido y corneado en la pierna cuando ejecutaba un pase cambiado por la espalda. Enseguida se advirtió la gravedad del lance al observarse cómo la sangre le teñía de rojo su media y le llegaba hasta el pie. Aún herido, completó su labor con escalofriantes pases por alto y una portentosa estocada en ortodoxa ejecución del volapié.
Para sorpresa de todos, salió por su propia cuenta de la enfermería y, tras correrse turno, enfrentarse a un negro mulato que no le regaló ni una embestida franca con el capote. Astado que manifestó su mansa condición en el breve encuentro con la cabalgadura, de la que salió con menos ganas aún de tomar los engaños. Realizó un gran esfuerzo el peruano para sujetar al animal con la franela, encelarlo y conseguir unos naturales largos y poderosos. Emotiva actuación que culminó con una estocada caída.
El tercero, colorado ojo de perdiz, acometió con suavidad y humillación al capote de Daniel Crespo, quien se lució con enjundiosas verónicas y brillante media de remate. Fue un ejemplar de extrema nobleza pero al que no le sobraron las fuerzas, por lo que se quedaba lastimosamente corto al salir de los muletazos y sólo admitía los pases de uno en uno, ya que carecía del motor y de la casta necesarias para proseguir con brío reiterado la pelea. Por lo que la labor de Crespo resultó carente de continuidad, aunque goteada de armónicos naturales. Su estocada, efectiva, se advirtió desprendida y perpendicular.
El mejor toro del encierro fuel quinto, negro, armado en delantero, cuya acompasada embestida permitió a Daniel Crespo dibujar un bello ramillete de verónicas, abrochadas con dos garbosas medias. Cuajada actuación¡ del portuense, que plasmó los más bellos muletazos del festejo entre los que sobresalieron unos pases por bajo y de pecho de gran plasticidad y majeza. Tras una gran tanda de naturales, el toro empezó a aminorar el frenético ritmo de boyantes embestidas. Un torero desplante, rodilla en tierra, y unos naturales de frente de suma belleza y cadencia dieron paso a una estocada algo desprendida.
