Veinticinco años de la apoteosis de Joselito un 2 de mayo en Las Ventas, que hoy reabre sus puertas

Se cumplen las bodas de plata de una tarde histórica en Las Ventas, que hoy acoge un festival tras año y medio de inactividad

Joselito, en su histórica tarde del 2 de mayo de 1996 ABC

Ángel G. Abad

Fue una de las tardes de toros más deslumbrantes de la historia de Las Ventas, que hoy reabre sus puertas con un festival de figuras tras permanecer cerrada desde octubre de 2019. Los adjetivos de admiración y elogio llenaron las crónicas de aquel 2 de mayo de hace ahora un cuarto de siglo. El madrileño José Miguel Arroyo 'Joselito' marcó su cenit como figura del toreo de los noventa. Se anunció en solitario en la corrida que conmemoraba el doscientos cincuenta aniversario del nacimiento del genial Francisco de Goya y abrió la Puerta Grande del coso de la capital «de par en par».

El gran triunfo quedó reflejado en la portada de ABC del 3 de mayo de 1996. 'Apoteosis taurina en Las Ventas', tituló junto a la imagen de Joselito, a la goyesca de verde y oro , izado a hombros camino de la gloria. Señalaba la primera abecedaria que los toros habían desplazado como noticia del día a los grandes acontecimientos del día. «Soberbia lección de tauromaquia. El viejo rito del arte y el valor se enraizó ayer de nuevo en el sentimiento popular», sentenciaba el portadista.

En las páginas centrales, el titular a doble página era contundente: 'Joselito, inconmensurable, dio una magistral tarde de toros'. Así, sin medias tintas, antes del resumen de la tarde en un subtítulo: «Cortó seis orejas y abrió, arrollador, la Puerta Grande de Las Ventas de par en par».

La crónica del entonces crítico de ABC, Vicente Zabala de la Serna , resumía en su último párrafo un acontecimiento extraordinario, «ofreció una soberbia lección de en qué consiste el arte de lidiar, de en qué se basa la suerte de matar».

La ficha del festejo detalla un lleno en una tarde ventosa y de lluvia, y los dos toros del Torreón , el buen cuarto de Las Ramblas, el tercero de Ordóñez, y los sobreros, el excelente segundo y el sexto de Cortijoliva. El resultado toro a toro, contundente: estocada algo desprendida, estocada hasta la bola, estocada hasta la empuñadura, estocada arriba y estocada desprendida, o lo que es lo mismo: oreja, dos orejas, oreja, dos orejas, saludos y saludos.

«Cuando las muletas de hoy en día emulan mantas, y los percales telones, los trastos del madrileño se convierten en minúsculo pañuelo de rojo y en pequeño lienzo de seda», describía el crítico que ensalzaba la variedad y torería que el torero imprimió a su capote. «El baúl de quites de Joselito no tiene fondo. El Cossío abierto».

Pero si las dos orejas que cortó al segundo fueron “de verdad, de peso, de ley”, el crítico se entregó tras lo visto ante el cuarto: “Enorme, soberbio, sobrado, magnánimo, inconmensurable, en maestro, de locura”. E iban seis...

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