Treinta años sin Mario Cabré, «poeta por inspiración divina, actor por atavismo y torero por destino»

Se cumplen tres décadas de la muerte del matador catalán, que se enamoró «como un ceporro» de Ava Gardner

Mario Cabré encandiló en «Don Juan Tenorio» ABC

ABC

«El hecho de que yo sea torero fue una pirueta del destino . Un día vi en la plaza de Medinaceli a unos chicos que jugaban al toro, me paré a observarles y uno de ellos me dijo que si quería jugar tenía que hacer de toro. Desde entonces supe que llegaría a ser matador de toros». Son palabras de Mario Cabré , de cuya muerte se cumplen este miércoles treinta años. Siete años antes, cuando se recuperaba de una hemiplejia que le tuvo parcialmente inmovilizado hasta su final, se definía así: «Fui poeta por inspiración divina , actor por atavismo y torero por destino, que es el que nos hace ir por caminos insospechados, queramos o no».

La sonrisa del torero

Cabré, además de ser un torero de exquistas maneras, de supremas elegancias , de lucir un temple excepcional, subió a la escena, se adentró en la poesía y hasta cautivó a millones de españoles en aquellos primeros programas de televisión allá por los años sesenta. Si triunfó en la Monumental de Barcelona , también lo haría en el Teatro Apolo , donde interpretó a Don Juan Tenorio.

A lo largo de su carrera sufrió cuatro cornadas graves, una de ellas durante el rodaje de «El centauro» , en 1945, al evitar que la actriz Isabelita de Pomes fuera corneada. La actriz que le cautivó fue A va Gardner. «Me enamoré de ella como un ceporro», reconoció una vez finalizado el romance, según contaba ABC un día después de su muerte. Otra de sus conquistas fue Ivonne de Carlo, de la que decía ser «la única mujer que hubiera podido llevarme a la vicaría».

Mario Cabré, con Ava Gardner ABC

Cabré, que tomó la alternativa en Sevilla de manos de Domingo Ortega con el toro «Negociante», intervino en más de veinte películas, aunque fue «Pandora y el holandés errante» la que le lanzó a la fama. Recuerdos: Mario Cabré se perfila con la espada en alto. En el momento de la suerte suprema lanza un «¡va por usted!» a una bellísima Ava Gardner, plena de pasión en el tendido. Y en ese instante aparece en la grada un desafiante James Mason. Cruce de miradas, se masca la tensión, la cogida, el horror, el miedo. Al torero lo llevan malherido a la enfermería y allí acude Pandora -Ava- con el capote y la montera del matador…

Tremenda la escena de «Pandora y el holandés errante» . Por fortuna, Albert Lewin no fue presionado por todo el entramado antitaurino actual que le hubiera gafado su película.

Tremenda admiración provocaba este torero. ¿Hubiera podido ahora desarrollar todas esas facetas artísticas ? De catalán de pro a los infiernos. Mario Cabré no sería en estos días lo que se conoce como políticamente correcto; al contrario, un rebelde, un bohemio, un hombre de vasta cultura que proclamó con orgullo aquello de «Sóc torero i catalá, que equival al ser dues vegades torero» .

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