San Isidro
El «VAR» del tendido: para bravo, Diego San Román
El queretano se sobrepone a dos volteretas con su manso lote de Fuente Ymbro
«No ha sido nada, solo una voltereta». Así, tan natural como impasible, se expresaba Diego San Román en el callejón tras ser cogido por el tercero. Horrorizó el seco percance a todos menos a él, que regresó con arrojo a la cara del novillo, un manso de libro que se topó con un bravo torero. «Este chaval es un valiente», dijo Ángel Luis en el bajo del «3». «Protestón» hizo honor a su nombre: pataleaba y emprendía la huida, como avisó cuando el de Querétaro se atornilló en los medios y citó al enemigo. Tras el primer natural, pasó de largo y se marchó a su querencia. Ni en chiqueros ni en ninguna parte quería guerra. Ricardo Gallardo , con un traje caqui militar, sufría desde la trinchera. El ganadero deFuente Ymbro había traído una novillada abierta de sementales y que gustó a los profesionales en el sorteo: «Es pareja y bonita, tanto que ha costado hacer los lotes», se comentaba.
«Por fin novillos en novillos», subrayó un aficionado, harto de «auténticos toros para los muchachos y novillotes para las figuras en ciertas plazas». Eso fue en la primera parte, pues luego subiría la cosa... Para colmo, el juego no respondió a las expectativas , salvo el mejor segundo. «No ha habido ningún animal de esos de bandera a los que nos tiene acostumbrados esta divisa», explicaban dos vecinos. Ni al propio criador le agradó el conjunto: «No me ha gustado y los dos del mexicano han sido muy malos. Él tiene valor para regalar, ni se ha mirado después de los volteretones». Eso mismo opinaba el maestro Eloy Cavazos: «Es dueño de un valor de verdad para ser alguien, solo necesita más aprendizaje».
Durante su actuación, hubo un runrún en el tendido con «cierto parecido» a José Tomás. Su sello llevaba el quite por gaoneras de compás abierto. De lila y oro el queretano, como el monstruo de Galapagar en su reaparición en Valencia. Pero sin lunas . Hasta allí casi lo manda el áspero sexto, otro manso: «¡Le ha cogido para matarlo!», se oyó. No se amilanó. «Ole» los toreros machos.