La tarde más redonda de Litri: cuatro orejas, dos rabos y dos patas

En el Pilar de 1949, Miguel Báez convenció a los más críticos con sus formas al torear al natural «con auténtica verdad»

Ángel G. Abad

Entre las tardes de triunfo que han salpicado la Feria del Pilar desde la inauguración de la Misericordia hace ya más de dos siglos y medio, destaca una en donde la pasión de los aficionados se desató de tal manera que la implacable presidencia del coso zaragozano no tuvo más remedio que conceder más allá de los máximos trofeos.

Cuatro orejas, dos rabos y dos patas se llevó al hotel Miguel Báez «Litri», que este año celebra su noventa cumpleaños y setenta de alternativa, el 17 de octubre de 1949 en la novillada de feria, un mano a mano con Julio Aparicio. La pareja de novilleros revolucionó el toreo en aquellos años, de tal manera que las novilladas celebradas superaron con creces a las corridas de toros.

En Zaragoza, su temida afición esperaba para el Pilar a los fenómenos con recelo, más tras su presentación un tanto gris en la primavera. Pero, la fama de los dos jóvenes desató la expectación ante la novillada. Lleno de ««no hay billetes» y la reventa por las nubes.

El triunfador fue Litri, que le cortó las dos orejas y el rabo al segundo de Alipio Pérez Tabernero , y que formó un auténtico alboroto con el que cerró plaza. En esta faena convenció a todos, a sus partidarios, a los más beligerantes con su toreo, y hasta a quienes le negaban méritos. Uno de los críticos que no comulgaba con las formas de Litri era el zaragozano Ramón Brualla, marqués de La Cadena, que firmaba sus crónicas con el seudónimo de Don Indalecio. Y Don Indalecio se entregó aquel día al diestro onubense.

«Faenón al sexto», calificó lo realizado por Miguel Báez ante un novillo que iba destinado como toro para la feria y al que dejó crudo. Citó de muy lejos con la izquierda y aguantó impávido las embestidas toreando al natural con un «prodigioso juego de muñeca» . Fue volteado y conmocionado se negó a acudir a la enfermería para seguir «desafiante con la muleta en la zurda».

Siguió pasándose los pitones muy cerca, y tan bien toreó, dentro de los cánones más clásicos, que el crítico le perdonó que la faena entrara en una fase de toreo a la espalda y más superficial. «Tras torear con tanta verdad, casi era tolerable», escribió en El Ruedo Don Indalecio, que cuenta que le fueron entregadas las dos orejas, el rabo y dos patas, «con legítima concesión, no con corte eufórico por parte del puntillero, entre el entusiasmo del público casi inenarrable».

Y sentencia: «Yo no sé lo que en toreo será en adelante Miguelito Báez, lo que sí sé es que ha sido su faena la mejor de la realizadas esta temporada ante nosotros».

Solo quedaba el público enardecido que sacó a Litri a hombros de la plaza y así lo llevó por las calles de una Zaragoza en fiestas.

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