La sangre de Ritter en un San Isidro para Hemingway
El parte de guerra de la feria sumó este lunes un nuevo nombre
Otra vez se abrió el túnel de la enfermería, otra vez la sangre empapaba el vestido de un valiente. «¡Qué feria más cruenta!» , comentaron en el tendido cuando las cuadrillas llevaban a Sebastián Ritter hasta las manos de los cirujanos de Las Ventas. Cuando aún se seguía hablando de la espeluznante cornada a Román, otra vez un pitón caló en una piel de luces. Ocurrió en el cuarto de la corrida del Ventorrillo, con toros que en una escala de fealdad del 1 al 10 se llevarían un 9,99: «Qué horror, es un bisonte», espetó una joven cuando apareció el tercero por chiqueros. Para sobresalientes, los de Lourdes , una profesora de Lengua y Literatura que cumplía 25 años y recordaba versos taurinos de Miguel Hernández, García Lorca y Gerardo Diego .
No se rompió ayer ninguna «espuma bravía». En el horizonte, aquel verano peligroso del 59. Hemingway hubiese vertido ríos de tinta de este sangriento San Isidro. «¿Dónde está el gafe?», preguntaba la gente.
El conjunto ganadero, «hermoso de grande que no de guapo», tuvo menos clase que « un padrino con calcetines blancos en una boda», dijo un abonado mientras abandonaba la bocana del «1» al arrastrarse el cuarto. Ese «Guindón», que como el «Santanero» de la tarde anterior compartía bautismo con otro hermano, prendió a Ritter en un quite por chicuelinas. El borbotón rojo anunciaba la cornada. «Es una pena, porque es un joven con muchas ganas», señaló Eugenio de Mora . El veterano matador (cuando tomó la alternativa, Ritter acababa de cumplir cinco años y Espada –¡qué firme por momentos!– no llegaba a los cuatro) comentó con otros profesionales las dificultades y el peligro de un encierro que «manseó» y no rompió hacia delante: «Cuando los aprietan, se vienen a menos». Por aquel percance, cosas del destino, estoqueó al mejor, un «Riachuelo» al que cortó una oreja. Otra vez la cruz y la cara de la Fiesta alzaba y bajaba el telón.