San Fermín, una fiesta universal

Es una noticia triste pero esperada: no cabe imaginar San Fermín sin una aglomeración enorme de gente, que no pueden mantenerse separados; menos aún, en el encierro… Pero es muy mala noticia para el turismo y la economía, la tauromaquia y los sentimientos de los navarros.

El 7 de julio, a las doce en punto del mediodía, en la Plaza del Ayuntamiento, estalla «el chupinazo» y se inician más de doscientas horas de increíble jolgorio. Un pueblo entero se lanza al frenesí de la alegría colectiva, comiendo, bailando, bebiendo, saltando. “Todas las fiestas que yo había conocido palidecían, en comparación”, escribió Hemingway, en 1923.

Gracias a él, en buena medida, San Fermín es una fiesta universal, que atrae a miles de turistas del mundo entero. No hace falta subrayar lo que eso supone para la economía de la ciudad : hoteles, restaurantes, comercios… Y, desde lejos, las cifras que da Televisión Española del seguimiento de los encierros siguen siendo espectaculares. En Pamplona, los antitaurinos sólo se atreven a atacar las corridas, no los encierros. Es un absurdo, porque no tendrían sentido, sin ellas: por la mañana, corren los mozos delante de los toros que se van lidiar en la Plaza, por la tarde.

El día entero gira alrededor del toro bravo : encierro, vacas emboladas, recortadores, apartado, desfile, corrida, encierrillo, toro de fuego… La Feria del Toro es una de las cumbres de la temporada, con serias reses de las mejores ganaderías, y una de las mejor organizadas de España. La Casa de Misericordia ya había anunciado – y comprado, en firme – los toros que se iban a lidiar, este año.

El pueblo navarro ama profundamente sus tradiciones. Leamos cómo cuenta Rafael García Serrano, en «Plaza del Castillo», la víspera de los sanfermines de 1936. O, hace poco, Chapu Apaolaza, la emoción del encierro, en «7 de julio».

Lo resumió Hemingway: «Era una fiesta y duró siete días». Habrá que esperar…