Los riesgos del toro manejable

Solo Álvaro Lorenzo da una vuelta al ruedo en una corrida del Pilar que transmite escasa emoción

Álvaro Lorenzo, en un bonito remate Efe

Andrés Amorós

Esta Feria de Abril y Mayo alterna, como un carrusel, las cumbres con las simas. Pasamos del entusiasmo al aburrimiento y el enfado. La causa es el toro: de los encastados Victorinos a los débiles Juampedros. Un síntoma claro: del aplauso a algunos picadores, a reducir la suerte de varas a un puro simulacro . Como decía una publicidad, “la elección es bien sencilla”. Pero la comodidad de las primeras figuras sigue eligiendo el mal camino, aunque luego tuerzan el gesto, con disgusto, cuando los toros que ellos han elegido no valen para nada. Ellos sabrán lo que hacen.

¿En cuál de esas dos líneas encajan los toros salmantinos de Moisés Fraile , esta tarde? En ninguna de las dos; en otra que, ahora, muchos buscan: el toro manejable, justo de fuerzas y de casta, que no crea problemas graves pero tampoco permite los triunfos grandes. Lo que ahora llaman, con triste expresión, el toro que “se deja”, en vez del toro bravo, que es la base de esta Fiesta.

El sevillano Pepe Moral ha triunfado ya en Sevilla y Madrid toreando al natural; también ha perdido triunfos por la espada. El primero es flojo y manso, se cierne en banderillas, huye a chiqueros. Se para en la muleta ¡Una joya! Moral sólo puede apuntar algunos muletazos con su buen estilo y mata pronto, no bien. Nada de nada. Juega bien los brazos en los lances de recibo al cuarto. El toro se arranca de lejos al caballo dos veces y lo coge bien Juan Antonio Carbonell, muy aplaudido. Moral se luce en el quite. Brinda a Juan José Padilla, que está recibiendo cariño en todas las Plazas. El toro promete mucho pero no desarrolla lo que se esperaba. Lo mismo sucede con la faena de Moral, que se diluye, después de los largos y templados muletazos iniciales. Esta vez sí mata bien.

El toledano Álvaro Lorenzo , formado por los Lozano, posee el temple que caracteriza a esa escuela. El segundo también flojea y sale suelto pero embiste bonancible, le permite lucirse en verónicas, cargando la suerte. Liga buenos muletazos por los dos lados, con sobrio clasicismo, muy de la escuela castellana, en una faena que va a más, haciendo sonar la música. El toro es muy manejable pero transmite poco. Al pinchar, pierde la oreja y rueda por la arena, pasa un momento de apuro. La buena estocada, a la segunda, es premiada con la vuelta al ruedo. El quinto se mueve pero también flaquea. Vuelve Álvaro a meterlo bien en el engaño y dibujar templados muletazos pero al toro, bondadoso, le falta viveza y alegría. Al final, unos naturales de categoría elevan el tono pero alarga la faena con manoletinas que no aportan nada. Vuelve a matar con decisión y a salir de la suerte con apuros, mientras suena el aviso.

El extremeño Ginés Marín es uno de los jóvenes con más claras cualidades pero la temporada pasada no apretó el acelerador. Debe hacerlo, este año. El tercero es bondadoso pero sale de la suerte con la cara alta y rueda por la arena varias veces. Así, la facilidad y estética de Ginés se quedan a medio camino, es imposible la faena que de verdad emocione. Agarra una buena estocada. En el último, después de hacer la estatua, las pausas y un desarme lo enfrían todo.

Todo ha estado aceptable, nada ha estado muy bien. Ha faltado vida, pasión, emoción: lo que da el auténtico toro bravo y la entrega total del diestro.

Algunas notas finales. Me alegra ver, junto al presidente, como asesor artístico, a Alfonso Ordóñez, a pesar de algún achaque. También he saludado, otros días, en esa misma tarea, a otros buenos toreros, como Finito de Triana y Luis Arenas. Son historia viva del toreo, en Sevilla.

Una anécdota: el mayoral de la ganadería no es salmantino. Se llama Mircea Muresan . Supongo que es rumano, como el historiador de las religiones Mircea Eliade: una muestra de la internacionalización de la Fiesta.

Una nota final menos agradable. Solemos quejarnos de la rutina de los carteles, pedimos oportunidades para los jóvenes. Está bien. La realidad es que dos jóvenes que saben torear y un matador sevillano sólo logran que se ocupe media Plaza. Ya sé: tira mucho la Feria de farolillos. También es verdad que, si no hay figuras famosas, la gente acude poco. Eso indica que hay menos aficionados de verdad. Incluso en Sevilla. Claro que los frecuentes toros manejables y los diestros conformistas tampoco logran que la gente se agolpe, en las taquillas.

POSTDATA. Se han cumplido cien años de la alternativa de Ignacio Sánchez Mejías: el 16 de marzo de 1919, en Barcelona (igual que otros maestros, por la importancia taurina de la ciudad), con toros de Vicente Martínez. Se la dio Joselito, su ídolo, y el testigo fue Juan Belmonte. ¡Vaya cartel! Al verse al lado de los dos, sintió, un momento, la tentación de renunciar, pero la venció: “Cada tarde, cada toro, cada momento, tenían que se, para mí, una victoria. Mi vida solo tenía una ambición absoluta: ¡llegar!” Por eso fue gran torero, además de extraordinario personaje. Esa entrega absoluta debía servir de modelo a muchos diestros actuales.

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