Rafael Serna logra un trofeo bajo el diluvio en una novillada eterna
Varea y Curro Durán, por encima de un deslucido encierro de Albarreal
Desde por la mañana había estado lloviendo con fuerza y se temía por la celebración de la novillada en la Maestranza. Cuando llegó la hora del festejo llovía con intermitencia. En media plaza lucía el sol y en la otra media llovía mientras los operarios se afanaban por retirar la lona del ruedo. La primera ovación fue para ellos aunque tuvo que salir una «dumper» ya que el plástico salvador se atascó y no había fuerza humana que lo levantara.
Con treinta y seis minutos de retraso dio comienzo el paseíllo, tiempo que sirvió para que muchos subieran a la grada buscando refugio. Y es que había interés por la presentación con caballos de Rafael Serna que a la postre fue el único que tocó pelo en el deslucido y eterno encierro de Albarreal que lidiaba por primera vez en Sevilla. Fue una tarde desapacible de lluvia que puso a prueba el drenaje del ruedo, a los novilleros y al público, que estuvieron muy por encima de las circunstancias.
Rafael Serna, que venía dispuesto a triunfar, brindó al público al tercero al que le cogió el pulso con la zurda, en naturales largos, de uno en uno, que hicieron sonar la música. Justo en este momento empezó a llover. Serna cambió a la diestra pero tenía más importancia todo lo que hacía a izquierdas así que volvió a gustarse al natural. Llegó la hora de la espada y empezó a diluviar . El sevillano cobró una buena estocada y entre los paraguas asomaron los pañuelos. La petición fue sobre todo sonora así que la presidenta concedió la oreja.
El sexto fue devuelto por inválido de nuevo ante al diluvio. Salieron los cabestros y tras veinticinco minutos hasta un picador para que Serna pudiera entrar a matar. A esas alturas era heróico seguir en la plaza. Bajo el aguacero salió un sobrero de Cayetano Muñoz con el que porfió el sevillano en la muleta. Le dio tiempo entre series e intercaló muletazos enganchados con otros limpios. Falló con la espada pero tras más de tres horas y media, la historia del festejo ya estaba escrita.
Abrió plaza Varea con un primer novillo justo de presentación que echó las manos por delante en el capote y se quedó corto en el quite de Durán. En la muleta no acabó de entregarse en una embestida informal, sosa e incómoda. Saludó una faena voluntariosa. El castellonense, que toma la alternativa el 15 de mayo en Nimes, brindó el cuarto pero poco pudo hacer. Se metió entre los pitones donde robó algunos muletazos de mérito que el poco público que quedaba ya en el tendido valoró.
Curro Durán aguantó en chiqueros la salida del segundo que se llevó el capote en la larga de rodillas. Brindó el novillo, que esperó en banderillas e hizo lo mismo en el tercio final. Se lo pensaba para tomar el engaño y cuando lo hacía iba a media altura, a su aire y con mal estilo. Pitos en el arrastre y ovación para el utrerano que estuvo dispuesto siempre. El quinto se le coló de forma fea y le dio una voltereta cuando lo sacaba del caballo. Se frenó en la muleta llevó la cara por las nubes, cabeceó y miró con peligro a un Durán que tragó lo indecible en los medios. Los aceros silenciaron su entrega.