Ni pasión ni resurrección en el duelo en Las Ventas
Empate a cero de Morenito y Fandiño, que resultó cogido de modo espeluznante

El mano a mano entre Morenito de Aranda e Iván Fandiño acabó en empate a cero, que es el peor resultado. La culpa, a medias, pues toreros y toros tuvieron sus momentos, aunque al final no marcaron ni en propia meta. Ni pasión ni resurrección en un domingo de Pascua que Fandiño recordará por el milagro de salir de la plaza por su propio pie . Fue cogido de muy fea manera al liarse con el capote en un quite al primero y cuando la tarde ya caía, al encunarse entre los pitones al matar al sexto. La suerte, o algo más alto, estuvo ayer de su parte.
Y eso que la tarde comenzó con una ilusionante faena de Morenito de Aranda . De buena nota el primero de Martín Lorca y buena también la serie con la derecha que abrió el trasteo. Buen aire por esa mano y mejor aún en algunos naturales por largos y templados. Pero se pasó de faena. Sobraron las dos últimas series plagadas de enganchones. Oportunidad fallida. Como en el tercero, muy serio y exigente, al que había que poderle. Fandiño volvió a librarse en otro quite apresurado que acabó con el capote por los suelos y que tuvo una buena réplica a la verónica por parte del Moreno. El de Aranda comenzó poderoso, pero luego la cosa se embarulló, perdió el sitio y no encontró las distancias para que la faena remontara. El quinto no fue propicio para que el burgalés acabara su tarde en triunfo.
Iván Fandiño quiso y no tuvo suerte con su dos primeros. Al segundo le costaba mucho arrancarse y al cuarto le fallaron las fuerzas en demasía. Quiso poner emoción con un pase cambiado por la espalda y el toro se derrumbó a sus pies. Ahí acabó todo.
Un camión el que estaba previsto para cerrar plaza, con sus más de seiscientos kilos, pero ni las fuerzas ni la bravura le acompañaban y se fue a los corrales. El sobrero de José Luis Pereda desmereció en seriedad. Brindó Fandiño al público su último cartucho. A pies juntos, clavado en la arena, inició. Con la derecha profunda siguió. A las bondades del toro les faltaba emoción, y sosiego por parte del torero que en su afán por arreglar la cosa se amontonaba un tanto. Y justo ahí llegó el segundo milagro de la Pascua. Se tiró a matar o a morir. Se volcó sobre el morrillo, quedó entre las astas y como un guiñapo de pitón a pitón. En el suelo quedó y cuando se levantó todos respiramos. La ovación liberó tensiones en un domingo sin pasión ni resurrección.
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