Primer «lleno» de la nueva normalidad en la corrida de Adolfo en Ávila

Octavio Chacón, Morenito de Aranda y Gómez del Pilar logran un trofeo cada uno

Morenito de Aranda pasea una oreja @Prensamorenito

Efe

La terna de espadas que actuó anoche en Ávila, en la segunda corrida de toros tras el estado de alarma, compensó con su entrega y oficio la falta de raza y el complicado juego de los ejemplares de la ganadería de Adolfo Martín , con el resultado final de una oreja por coleta.

La faena que provocó más entusiasmo entre los 2.000 espectadores -los permitidos como aforo máximo por las medidas de seguridad- fue la que le hizo al tercero Gómez del Pilar , sustituto de urgencia del sevillano Manuel Escribano, convaleciente de una intervención quirúrgica.

El diestro madrileño se asentó con firmeza y aguantó las inciertas embestidas iniciales del segundo para así ligarle tres meritorias e intensa series de naturales, antes de que el toro fuera perdiendo celo y fondo, pero sin que por ello Del Pilar cejara en su empeño de cortarle una oreja de peso.

En cambio, el sexto, el de major trapío y hechuras de la corrida, no le dejó redondear, en tanto que sacó un sordo y brusco peligro, ante el que el matador nunca volvió la cara.

Pero fue Octavio Chacón quien cortó la primera oreja de la noche al que abrió plaza, el ejemplar más claro de la desrazada corrida, por su nobleza y su ritmo, aunque sin demasiado celo. El diestro gaditano lo movió con oficio y con más habilidad que apreturas, pero, sobre todo, lo tumbó de una estocada fulminante que avaló el trofeo.

El cornalón cuarto tapaba con sus pitones veletos su escaso cuajo. Y con él tuvo Chacón que tirar de nuevo de oficio, aquí con más justificación, para resolver los problemas derivados del gazapeo y del pobre fondo del adolfo.

Otro de los peores toros del encierro fue el segundo, un astado reservón y sin clase con el que Morenito de Aranda también se mostró habilidoso, menos a la hora de matar. Pudo desquitarse ya con el quinto, otro ejemplar de aparatosa cuerna que, aunque justo también de raza, desarrolló al menos nobleza y fondo en respuesta al buen trato de su matador.

Gracias a ese idóneo planteamiento logró el torero burgalés los mejores momentos de su actuación, gustándose en muletazos a media altura y de medido trazo, pero que envolvió con empaque y buen gusto ye fueron merecedores de la oreja que acabó paseando.

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