De la obra inacabada de Talavante al triunfo de Bautista en Colmenar
El extremeño pincha una faena plena de naturalidad; el francés corta dos orejas a un buen toro y Roca Rey logra un trofeo en la notable corrida de Jandilla
Si ser natural es la más complicada de las poses, Alejandro Talavante consigue el más difícil todavía, aunque a veces lo haga parecer fácil... ¡Qué naturalidad la suya! De aperitivo, su capote regaló dos verónicas y media con sabor. Sabor torero, como las ceñidas chicuelinas del quite y su airosa salida de la cara del emotivo toro de Vegahermosa . Le gustó el ejemplar y brindó al público una faena iniciada con unos ayudados por bajo que desembocaron en un molinete y un pectoral de aquí hasta allá. La derecha condujo luego la notable embestida, con personales pases de pecho. Repetía el toro, un poco rebrincado por momentos, y el extremeño ligaba los muletazos con emoción. Lo mayúsculo llegó al natural, con el corazón ofrecido en cuatro zurdazos sensacionales , hilvanados a un molinete, un afarolado, el de pecho y la firma mirando a las gradas. Y otra serie más, con el arrebato de desprenderse de la ayuda para trenzar una luquinas, con guiños al tendido. De postre, unas manoletinas con sello talavantino y un artístico cambio de mano. Todo estaba a punto de caramelo y de premio gordo , pero la montera había caído boca arriba y un niño presagió «mala suerte: lo va a pinchar». Y falló con el acero, como única mácula de su gran obra inacabada. Le buscó luego las vueltas al más deslucido quinto, con dos velocidades.
Juan Bautista , que no lo vio claro con el geniudo primero, lo bordó en el cuarto, al que cuajó de principio a fin. El francés salió a por todas desde las largas cambiadas y anduvo variadísimo con el capote para marcarse después un buen tercio de banderillas, violín incluido. «Fantastique» fue el prólogo de faena , de rodillas. En estado de gracia, siguió con un péndulo en los medios y cosió tandas con gusto y temple al estupendo vegahermosa en una frondosa labor, coronada con un estoconazo que desató la doble pañolada.
El tercero fue devuelto y Roca Rey corrió turno. Saludó con suavidad y empezó con estatuarios a un animal con movilidad, sin mucha clase, que exigía dominio. Fue una labor de pura entrega , tanto que de milagro no acabó en el hule, aunque el público solo se calentó de verdad con las manoletinas y la espaldina. Cortó la primera oreja. El torero de Lima anduvo muy por encima del voluminoso sobrero de Fernando Peña, obediente y justo fondo, con el que persiguió el triunfo. El acero, como a Talavante, le privó de la puerta grande, solo abierta por Bautista.