La Feria de Abril, cinco años después de que Morante de la Puebla tocase el cielo de Sevilla

El 15 de abril de 2016, el torero de La Puebla del Río cuajó una inolvidable faena y cortó dos orejas al cuvillo 'Dudosito'

Morante de la Puebla Raúl Doblado

ABC

No se cumplió el 15 de abril de 2016 el dicho de 'corrida de expectación, corrida de decepción'. Al contrario, aquella tarde en la Maestranza permanece cinco años después en el recuerdo de los aficionados, que a tres días del arranque de la feria no saben aún si habrá toros o no. Contaba Andrés Amorós hace un lustro que Morante de la Puebla cuajó una faena de ensueño, El Juli pagó con sangre su casta y su ambición y Andrés Roca Rey asombró con su valor con una corrida de Núñez del Cuvillo de buen juego.

El título fue para el genio de La Puebla del Río: 'Morante, por fin, toca el cielo de Sevilla '. Así lo relataba el crítico taurino de ABC, en párrafos que recuperamos en el día mundial del arte:

«Había apostado muy fuerte Morante en esta Feria de su regreso, toreando cuatro tardes (una más, en San Miguel). Ni uno solo de los seis toros anteriores le habían dado posibilidades. Quema su último cartucho. Sale muy decidido, en el primero, dibujando verónicas desiguales (alguna, muy buena). Los derechazos no salen limpios porque el toro puntea; saboreamos dos naturales lentísimos pero el toro se apaga y todo se queda en chispazos de arte, sin llegar a la hoguera. Pero quedaba el cuarto, 'Dudosito' . Se empeña el diestro en el capote: una chicuelina, lances a pies juntos, media. Lo alivia en los capotazos por alto. En el quite, recurre a las chicuelinas.

Una delicia

El comienzo de faena es tan sorprendente y arriesgado que la gente –creo yo– no se entera: el pase cambiado, en tablas, a muleta plegada, que ha sido causa de tantas cornadas. El toro, muy justo de fuerza, saca gran nobleza y permite que Morante despliegue toda su estética: naturales y derechazos a cámara lentísima, que ponen de pie a la gente, enloquecida. También despliega su fantasía : cuando el toro pisa la muleta, la recoge del suelo y, a dos manos, improvisa un molinete que parece de la Edad de Oro del toreo. Los naturales de frente son maravillosos y la forma de irse del toro, una delicia. El público ruge, no se cree lo que está viendo. Entrando con decisión, logra una buena estocada y sale pegando naturales; todavía aleja a los peones y acompaña al toro, en su agonía, como le gustaba hacer a Antonio Ordóñez. Las dos orejas son indiscutibles y la gente se felicita por haber podido ver esta faena».

Y tras contar las actuaciones de El Juli, que sufrió una cornada en el glúteo, y Roca Rey, que cortó una oreja, Amorós abrochaba así la crónica abecedaria:

«Al salir, veo venir, por la calle Iris, a un grupo de jóvenes que lleva en hombros a Morante, por las calles del Arenal, hasta el hotel, en Castelar: una estampa tan insólita como ha sido la faena. Por fin, Morante ha llegado al cielo; ese cielo tan azul, querido Antonio Burgos: el de 'la Pura y Limpia' del Postigo, el de Murillo y Velázquez, el que rayan apenas los vencejos, a la caída de la tarde. El cielo de Sevilla».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación