Mondeño, el torero que sintió la llamada de Dios y se hizo monje

Tomó la alternativa en 1959 y en 1963 ingresó en un convento de los padres dominicos

Juan García «Mondeño», torero antes que fraile ABC

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Esta es la historia de Juan García, Mondeño en los carteles, el torero que fue torero antes que fraile. Nacido el 7 de enero de 1934 en el seno de una familia humilde -su padre era guarda mayor en una finca-, sus comienzos caminaron de la mano de la pobreza.

Como tantos maletillas, Mondeño abandonó su Puerto Real natal sin más equipaje que que un hatillo al hombro. Con el afán de sacar a los suyos de la miseria, recorrió capeas y tuvo días sin más refugio que el de su fe en Dios . A punto de cumplir los veinte años, pisó por primera vez un ruedo, el gaditano de San Fernando, en 1953. Tres temporadas después iniciaría su andadura con caballos. Y en junio de 1958 debutó en Las Ventas para despachar reses del Marqués de Villamarta.

La ceremonia de alternativa tuvo lugar en Sevilla -en la Maestranza gozó de gran cartel-, el 29 de marzo de 1959, de manos de Antonio Ordóñez y en presencia de Manolo Vázquez, con toros de Raimunda Moreno de Guerra, esposa de Carlos Núñez. La confirmación llegaría el 17 de mayo, en una lluviosa tarde, suspendida al tercer toro. Antonio Ordóñez , que protagonizó su famosa faena a «Bilbilarga», le cedió a «Bilbainito» , número 24, de Atanasio Fernández, un toro que arrojó 496 kilos de peso.

En los primeros años de la década de los sesenta, según nos contaba el inolvidable José Luis Suárez-Guanes , compartió glorias con Puerta, Camino, El Viti, Romero, Miguelín y Ostos.

Castigado por los toros, las páginas taurinas hablan de su valor y su misticismo , que a muchos recordó, como al citado sabio de la historia de la tauromaquia, a José Tomás . Cuentan que su muleta impregnaba un magnetismo especial y fue artífice de lo que se llamó mondeñina , que con tal personal sello interpretaba el recordado Iván Fandiño . «Daba al toro manoletina alada que buscaba capilla recogida repleta de oraciones...», se escribió. Su fe siempre presente, al fondo de cualquier arena, de cualquier faena. O en primer plano... Y cuando lo tuvo todo, decidió marcharse, cuentan que repartiendo sus bienes entre sus familiares y dejando a su amigo Antonio Ordóñez como custodiador de un festival benéfico que organizaba.

En 1963 anunció su retirada al sentir la llamada de Dios y decidió ingresar en el convento de dominicos de Caraluega (Burgos). Cambió el vestido de luces por el hábito de monje. «Al siguiente año sale del cenobio -señala el «Diccionario de Toreros» de Espasa-. Decide volver a desempeñar su profesión taurina y en diciembre de 1965 prepara la reaparición en los ruedos». Lisboa fue el escenario elegido en marzo, mientra que pisaría el español en abril del 66. Se mantuvo en activo hasta 1970, y ese regreso toreó en México, donde le apodaron «el novicio rebelde».

Su rebeldía y su humildad se vieron reflejados también en sus brindis a areneros y monosabios. «Decían algunos que imitaba a Manolete , aunque en realidad nunca lo vio -señalaba Suárez-Guanes-. Su majestad se vislumbraba en ese rostro tatuado de guapeza y dulce amargura ». Mondeño, el torero de la divinidad.

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