Manuel Perera: un debut de puerta grande en Olivenza

Rufo pincha el triunfo en Olivenza con un gran lote y San Román firma lo más sólido con el peor

Manuel Perera sale a hombros de sus alumnos de la Escuela Taurina de Badajoz Ruedo de Olivenza

Rosario Pérez

Una algarabía tremenda se formó en el ruedo de Olivenza tras arrastrar al sexto. Eran los alumnos de la Escuela Taurina de Badajoz , compañeros de Manuel Perera , que acababa de conquistar la puerta grande en su debut con picadores. La cara de la felicidad asomaba en los chiquillos, especialmente en la de Jaime Alcón , un niño con síndrome de Down que sueña con ser torero y que el día antes había sido aupado a hombros en la clase de salón. Suyos fueron los «oles» más sonoros.

Era la apertura de feria y los aficionados se arremolinaban a las puertas del coso, que registró una abultada entrada: Olivenza es la gran joya de principios de temporada. Todos empujaban al nuevo Perera, que no defraudó. Siempre en novillero , mostró las credenciales de sus ganas, por momentos con ese atropello propio de quien quiere ser alguien y se presenta con caballos. El novel extremeño tuvo el aliento de sus paisanos desde el ilusionante recibo por verónicas y en el jaleado quite. Brindó a Juan José Padilla en su estreno como apoderado y se plantó de hinojos en una entusiasta labor ante el noble novillo del Freixo, al que cortó una oreja. Las dos arrancó al sexto, de Vistalegre, de más desagradables hechuras y juego, con el defecto de soltar mucho la cara. Dispuesto, le buscó las vueltas para exprimir las medias embestidas. Tras meterse entre los pitones, la estocada caída desembocó en el doble galardón. Su esperanza era la de todos los alumnos y maestros de una de las escuelas más fructíferas.

Tomás Rufo, genuflexo mirando al tendido Ruedo de Olivenza

Un lote de bandera cayó en manos de Tomás Rufo , que se marchó a pie por culpa del acero. Con absoluta decisión, en un mixto de verónicas rodilla en tierra y erguido tras un susto, saludó al feote y de justa presencia segundo, que embistió como un tejón. Tenía muchos pies el de La Peregrina, que brindó a Rafael García Garrido. El triunfador venteño de 2019 gustó en emocionantes pasajes, con algún pase de pecho monumental dentro una actuación centrada en el lado derecho, el mejor de «Carcelero», con el que se ganó una oreja tras un pinchazo hondo. Qué bueno fue el quinto, de Talavante, al que dejó muletazos con desmayo y sabor, pero el bravito animal parecía exigir más mando. El descabello se llevó el premio.

Lo más macizo fue obra de Diego San Román . No se puede mostrar una dimensión mayor con tan deslucido lote: un manso de Juan Albarrán con el que anduvo valentísimo y otro de Iniesta, más serio, que parecía entre descoordinado y reparado de la vista, al que dejó naturales sueltos de categoría. Saludos en ambos fue su balance con el peor material.

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