San Fermín 2019

Una lesión frustra el triunfo de Roca Rey en Pamplona

El peruano pierde dos orejas por fallar reiteradamente con el descabello

Andrés Roca Rey, por manoletinas Reuters

Andrés Amorós

Se resiente Roca Rey de su lesión en el hombro: muy disminuido, falla mucho con el descabello y pierde las dos orejas. Urdiales deja detalles de calidad y Castella corta un trofeo.

Con la llegada de las figuras y la Plaza abarrotada, cambia el panorama de las ganaderías; también, en Pamplona. Aquí los toros son siempre serios, bien armados, pero no es lo mismo torear una corrida de Escolar que una de Jandilla : éstos han corrido un encierro rápido, agrupados, sin cornadas. Por la tarde, dan un juego desigual, con movilidad pero poca clase; los mejores, primero y tercero.

Gracias a sus éxitos en Bilbao y Madrid, que le han dado una legión de seguidores, Diego Urdiales ha obtenido la consideración que pretendía. Este año, ha apuntado cosas buenas pero todavía no ha obtenido un triunfo rotundo en una Feria importante. En el primero, alto, encastado, juega bien los brazos en delantales y dibuja algunos muletazos suaves, excelentes , de mano baja, pero sin lograr el dominio completo. Mata regular, a la segunda. El cuarto, también alto, luce dos «perchas», sale suelto, no se entrega. Diego lo sujeta, anda bien con el toro, consigue algunos naturales y se lo quita de en medio con facilidad.

Castella sigue fiel a un toreo estático, vertical, que emociona si el toro se mueve mucho, como este segundo, al comienzo. Recibirlo por alto, apoyado en la barrera, no es bueno para sujetarlo. Los tornillazos que pega el toro, no corregidos, impiden la faena lucida. Mata sin convicción. Al quinto, que se mueve con irregularidad, lo recibe con chicuelinas, algo poco ortodoxo. Empieza con el habitual cambio, en el centro; liga muletazos correctos, insiste y acaba con el arrimón. Estocada trasera, con salto: benévola oreja (aunque le piden dos).

Después de perder tres festejos por una lesión en el hombro derecho, reaparece Roca Rey en Pamplona. Repite el viernes, es el único que torea dos tardes: eso se llama aceptar su responsabilidad de primera figura. El año pasado, en este coso, con toros serios, convenció a todos. Ha salido a hombros las cinco tardes que ha toreado aquí. Al tercero, astifino, noble pero flojo, apenas lo pican. Se luce Andrés en su habitual quite mixto. Comienza de rodillas, en el centro, con derechazos que el toro toma con alegría. Midiendo bien las exiguas fuerzas, liga muletazos mandones por los dos lados, alternando el clasicismo con guiños a la solanera (molinete de rodillas, manoletinas). Entra en corto, como se debe, pero deja sólo un pinchazo hondo. Su lesión en el hombro derecho le hace fallar reiteradamente, con el descabello. En sus labios se lee: «No puedo». Llega a intentarlo con la izquierda. Se ha frustrado el triunfo, suenan dos avisos. Recibe al último con una verónica y se pasa a la facilidad de las chicuelinas. Miden de nuevo el castigo del toro. También empieza Roca Rey con varios péndulos y el desprecio . Le saca muletazos por los dos lados, con claridad de ideas y mando, aguantando, aunque el toro protesta, se para a mitad. Visiblemente dolorido, abrevia y tampoco mata bien. La lesión en el hombro ha frustrado su triunfo. Ha hecho un gran esfuerzo, ha mostrado su casta de figura pero no se sabe si estará en condiciones de volver a torear en Pamplona, el viernes. La gente quiere verlo pero en plenitud de condiciones.

Postdata. La suerte de matar es la más difícil, además de la más peligrosa: hay que matar al toro pronto pero, sobre todo, bien, respetando las reglas. No está bien un bajonazo, ni una estocada trasera o atravesada (hay mil matices, por supuesto). Si sólo fuera cuestión de rapidez, el diestro podría usar un arma de fuego. El actual buenismo, unido a la ignorancia de muchos públicos, hace que lo único que importe sea que el toro caiga en seguida. En Pamplona lo vemos demasiado. Y el descabello –decía Corrochano– es suerte de matarifes, no de toreros. No hacer caso a buenos naturales y silbar por el descabello, como hemos visto en esta Feria, no es propio de buenos aficionados.

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