Jugar al toro se pone de moda con el primer parque taurino infantil de España
Nace el Tauroparque en Esparragosa de Lares, una población extremeña defensora de las tradiciones y de los valores de la tauromaquia, que rinde homenaje a Iván Fandiño
«Hay una fuerza interior que te ayuda a superar los retos más difíciles: la ilusión». Inmortal y rosa, la frase de Iván Fandiño preside el tauroparque de Esparragosa de Lares (Badajoz), el primero de España. Y precisamente ilusión es la que mana a raudales en este sitio de recreo taurino. Decenas de niños, ajenos la mayoría a que un toro mató al héroe al que el Ayuntamiento pacense ha querido homenajear, se cuelan en el burladero con el símbolo del León de Orduña. Situado a la derecha de los toriles -el territorio estrella para los más pequeños-, desde allí se divisa el paraíso de un paisaje desconocido pero que se imanta a los ojos de cualquier visitante. «Es un paraje privilegiado», dicen sus vecinos.
Como privilegiados se sienten los niños. «Estamos muy contentos con el parque», dice una torerilla rubia. Jugar al toro se ha puesto de moda en Esparragosa, un pequeño pueblo de la Siberia extremeña que vive con orgullo y respeto sus tradiciones.
En tiempos de corrientes animalistas, el alcalde de Esparragosa, Fernando García Arévalo, se ha apretado los machos y no ha dudado en crear esta zona infantil taurina. «La idea nació al ver que los niños jugaban al toro en el parque. Y opté por hacerlo al estilo de nuestro pueblo: encargué unas troneras de palos, que simulan a las que se construyen en las fiestas de agosto, unos burladeros y unos toriles».
Mientras conversamos, el sonido de un cerrojo anuncia la salida de un burel: Ángela -fan de Ginés Marín y Antonio Ferrera- ejerce de torilera («es superdivertido y emocionante»), mientras Pedro, entusiasta del toreo y del fútbol, se lleva las manos a la frente y embiste al capote de Lucía, que lo recibe en pie con una especie de chicuelina.
Los niños no entienden de política, como tampoco entiende de colores la Fiesta . Pero la inocencia de aquellos que apenas levantan medio metro de la tierra -como Ángel y Sofía, que toman al alimón el capote- y de los barbilampiños sí comprende los gestos y agradecen a Fernando, el alcalde popular, esta iniciativa.
«¡Nos encanta el tauroparque! », gritan al unísono los hijos de Esparragosa metidos entre las troneras. El sueño de tantos niños ha visto la luz antes de la noche mágica del 5 de enero. El deseo pedido en la carta a los Reyes Magos de Marian se ha adelantado: «Queridos Reyes Magos, este año me gustaría pedir para todos mis amigos y para mí un parque taurino infantil en mi pueblo, Esparragosa de Lares».
Y continúa la misiva de la chiquilla que ama la gimnasia rítmica: «Ojalá también nos traigáis capotes, muletas y un carretón . Sería maravilloso compartirlo con todos los niños». Los valores de la tauromaquia inculcados por su padren afloran en la petición: generosidad y trabajo/juego en equipo.
En medio de cartas en las que abundan las peticiones de Legos, tablets, ksi-meritos o barbies, hay una solicitud especial: una Nancy torera y un pinypon taurino . Que tomen nota los Reyes (y las marcas que viven ajenas a una afición compartida por millones de personas).
La magia ha llegado a Esparragosa antes que la Cabalgata: los niños ya cuentan con su tauroparque, el primero de nuestro país y el segundo de Europa (hay uno en la localidad francesa de Bayona).
Desde el Ayuntamiento pacense han querido reivindicar así la cultura y los valores impregnados en el mundo del toro, los mismos que García Arévalo ha transmitido a su vástago desde la cuna y que quiere que todos los niños que lo deseen puedan compartir. Desde la libertad y el respeto . Ejemplo de ello fue el último torero caído en la arena, Fandiño, al que el alcalde esparragosense admiraba sobremanera: «Representa el trabajo, el esfuerzo, el valor, el sacrificio, la independencia...»
Un hombre libre que seguía un lema: «Dejad que los niños se acerquen a mí». Y en su burladero, el del Léon, juegan ahora. A escasos metros de un tobogán, también con forma de león: «Los niños se agarran a su melena para subirse y no por eso son maltratadores de animales, como tampoco lo son por jugar y gustarles los toros. Existe un tremendo desconocimiento del mundo taurino », sentencia el alcalde camino de los chiqueros.
Los chillidos de alegría resuenan al fondo. Sonrisas y nervios en las caras de Raúl -el benjamín que quiere ser figura-, Cinthya, Paola -que dibuja con el temple de los buenos toreros- Vega, Alonso, Guillermo -que recorta al toro con porte de veterano valiente a sus cuatro primaveras-, Antonio, Carmen, Alejandro, Beatriz, Jorge, Aroha, Ariadna... Faltan otros que están de vacaciones, como el inquieto Gabriel, que sueña con apuntarse a la Escuela Taurina y no se pierde ni un concurso de recortes en Las Ventas.
El motivo de la algarabía: la aparición de un carretón «conducido» por el propio alcalde. Es la sorpresa de la «tarde de toros» vivida en Esparragosa . Una niña imita el sonido de clarines y timbales que anuncia la salida del morlaco. Los más valientes se plantan en la puerta de chiqueros, otros prefieren la segunda fila y algunos se reguardan en las dos troneras y los tres burladeros repartidos por el parque. «Te toreo, embísteme, pero no me cojas», espeta un chaval. «Sí, claro, entonces cualquiera sería torero; los toros te pueden coger», replica otro más avispado.
Tras las verónicas y los naturales a su manera, llegan las carreras como si del mismísimo San Fermín se tratara: «Tenemos agujetas de tanto correr», comentan. «Más allá de otros valores, practican mucho deporte con este juego», asegura Fernando García.
Un juego ancestral, mantenido de generación en generación, que en el amanecer de 2019 recobra auge en Esparragosa de Lares. Inculcándoles el respeto por aquellos a los que les gustan los toros y a los que no, los padres dejan volar libremente la imaginación de sus hijos : la de los que quieren jugar al toro o la de aquellos que hacen con su «chucuchú» un tren extremeño más digno que el real .
Cuando el sol se esconde y los verdes campos y el Zújar se ensombrecen, recogen los trastos y se citan para el próximo día, aunque algunos quisieran parar la hora en las lorquianas cinco en punto para no marcharse del tauroparque. Allí habita la ilusión de los niños . Y en su ilusión está el futuro.