Juan Ortega borda el toreo y triunfa con Curro Díaz en Jaén
Enrique Ponce corta una oreja en la primera de San Lucas

El diestro sevillano Juan Orteg a volvió a exhibir en la provincia de Jaén la tremenda calidad de su toreo, pues, si hace escasas semanas lo hizo en Linares, lo demostró en la capital jienense, en una faena de otra época y premiada con dos orejas, idéntico balance que el cosechado por el local Curro Díaz.
Esta primera corrida de la feria de San Lucas tuvo este sábado en los prolegómenos el reconocimiento al diestro Enrique Ponce con motivo de sus treinta años de alternativa.
La sociedad propietaria de la plaza de toros, la empresa Tauroemoción, la Federación Taurina de Jaén y las distintas asociaciones locales le hicieron entrega de placas de reconocimiento en un emotivo acto que estuvo precedido del clásico minuto de silencio por las víctimas de la covid 19 y el posterior himno de España ante una gran ovación del respetable.
Pero en la fiesta del valenciano se colaron tanto Curro Díaz como, sobre todo, Juan Ortega, que se presentó en Jaén con un toro que no le brindó la más mínima opción, el tercero, un animal de escaso fuelle y que se defendió una barbaridad. Se le vio el gusto que tiene y lo despacio que lo quiere hacer todo en una labor que en conjunto tuvo tan sólo esos detalles de torería.
Pero lo bueno de verdad llegó en el último de la tarde, un toro al que se le dio la vuelta al ruedo tras una faena sublime, prologada de manera colosal con el capote y seguida de una labor de muleta en la que el sevillano "paró el reloj" en varias ocasiones, toreando a cámara lenta y con un enorme gusto, con esa torería que ya no es habitual en estos tiempos.
Juan Ortega es un torero antiguo en tiempos modernos. Enamoró al público de Jaén que lo despidió entre gritos de ¡torero, torero! a la vez que el hispalense le cortaba las dos orejas a su oponente.
El otro triunfador de la tarde fue el torero de la tierra Curro Díaz, que se dejó un trofeo en el segundo de la tarde, al que lo cuajó al natural en varias series. Capacidad y aguante en un trasteo que siempre fue a más. Una pena lo de la espada.
Con el quinto realizó una gran faena, sobre todo al natural, con series en la que destacaron la largura de los muletazos , y que fue premiada con las dos orejas.
Ponce, por su parte, hizo un esfuerzo con el primero de la tarde, un toro que tuvo un pitón derecho aprovechable aunque con el defecto de no humillar lo suficiente. El valenciano le cuajó varias tandas en las que sobresalió la limpieza de los muletazos. El fallo con los aceros dejó el premio en una calurosa ovación.
El cuarto fue un precioso toro castaño al que Ponce cuajó un buen saludo con el capote. Se vivió un momento de gran emoción, cuando, en el brindis a la cuadrilla, el de Chiva obligó a salir a Mariano de la Viña, que todavía se recupera de la gravísima cornada sufrida hace ahora un año en Zaragoza, y que se encontraba en el callejón.
La faena de muleta fue de menos a más, sabiendo dosificar la manifiesta falta de fuerzas de su oponente. Temple, gusto, calidad, magisterio y sabiduría sin límites para lucirse con un toreo sublime por ambos lados, destacando en los cambios de mano y remates que pusieron la plaza en pie.
Dos "poncinas" y una estocada baja tras pinchazo le pusieron una oreja en sus manos ante las gran ovación del respetable.