Historia de Léa Vicens, la torera de «la generación de las redes sociales»

Con un máster en Biología, la única mujer que ha salido a hombros en Las Ventas comenzó a montar a caballo a los 4 años

Cuánto cobra un torero

Afp

Es la única mujer en salir por la Puerta Grande de la plaza de toros de Madrid. Con la estética por bandera y las redes sociales como arma , Léa Vicens promueve la apertura de la tauromaquia con una imagen alejada de los matadores de antaño.

En un inmenso y resplandeciente rancho blanco, se acumulan macetas, cactus y caballos. El viento remueve la arena del patio, como en las películas del oeste. Y por este paisaje de cine ubicado en medio del parque nacional de Doñana, en Andalucía, aparece con sombrero una mujer con botas y camisa de cuadros. Lea Vicens domina los códigos del espectáculo.

La rejoneadora de 36 años , nacida en la ciudad francesa de Nimes, muestra habitualmente su vida a sus casi 100.000 seguidores de Instagram, una cifra sorprendente en un sector habitualmente reservado para los aficionados.

«Sé gestionar otra imagen a aquella de antaño donde los toreros eran personajes extremadamente admirados, sobre todo por intelectuales y artistas de la época, pero que a la postre eran inaccesibles», dice esta mujer. Perteneciente a «la generación de las redes sociales» , ella quiere democratizar las corridas.

Con las espuelas calzadas, se presta a una sesión fotográfica, mostrando un sentido del encuadre y la estética, modulando su postura, pidiendo retirar un cable que cuelga por ahí o mover un quad que estropea el paisaje.

En un momento en que la tauromaquia está más discutida que nunca, «hay que hacer esta disciplina accesible a las generaciones actuales », explica ella, consciente de ser un modelo para «muchas chicas».

Porque, aunque afirma «haber sentido n unca machismo » y que «el toro no determina el sexo de la persona que lo torea», Lea Vicens sabe que son pocas quienes se abrieron paso en un mundo habitualmente considerado cerrado para ellas.

Él la esperaba con velas. Ella le dijo: «No cenaré. Me voy a torear unas vacas». Lo que parece un microcuento es la realidad de una vida dedicada al toreo a caballo

En su memoria guarda un lugar especial, cuando en 2019 salió por la Puerta Grande de la plaza de Las Ventas de Madrid, «la más grande, la más importante del mundo». «Fue un evento histórico, la primera vez que una mujer torera salía triunfante», celebra.

Hija de una profesora y un comerciante, esta mujer del sur de Francia monta a caballo desde los cuatro años. Con un máster en biología en su currículo, Vicens se hizo un hueco en la tauromaquia primero como acomodadora en una plaza de toros y después adiestrando caballos en la finca de su mentor, Ángel Peralta, célebre rejoneador con «6.000 toros matados».

En octubre de 2010 se convierte oficialmente en torera. Pasó a entrenar «diez horas diarias», a cambiar frenéticamente su caballo y a poner su vida personal entre paréntesis. Con una sonrisa recuerda a ese «chico que (la) esperaba con velas » y a quien tuvo que decir «no cenaré, voy a torear vacas».

Impedida de torear durante más de un año por la pandemia --un paro que según ella afecta sobre todo a los caballos, «atletas que necesitan relación con el público, como los artistas»--, la treintañera amaestró nuevos potros y desarrolló otras actividades como empresaria.

Comercialización de productos derivados, venta de aceite de oliva y estancias turísticas en su granja para descubrir la tauromaquia: la marca 'Léa Vicens' es una pequeña industria.

Señal de este éxito, un enorme camión negro de transporte de caballos sobre el que se entrelazan las letras de la empresaria está estacionado cerca de la finca.

Y en una temporada de retorno tras el largo parón pandémico, la torera, que prefiere que la llamen «la torero» , busca perfeccionar su «marca de fábrica, la estética» entrenando con vacas en su rancho.

Sus caballos las esquivan con una agilidad fascinante, engañándolas con sus saltos laterales. «Mi maestro Ángel Peralta decía que la tauromaquia es engañar al toro sin mentirle», recuerda.

Si bien «la técnica, las horas, los años de entrenamiento» le permitieron superar «el miedo al toro» -a la muerte-, es otra cuestión la que le provoca pánico: «El miedo escénico de decepcionar a un público que ha pagado para verte».

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