Ginés Marín indulta un toro de Zalduendo en Zafra
Corta cuatro orejas y Aguado logra un trofeo
El diestro Ginés Marín se convirtió hoy en el primer triunfador de la feria pacense de Zafra gracias a las dos orejas que cortó de su primero y, sobre todo, por el indulto del extraordinario quinto, de nombre Mendaz,
No deja de haber polémica en cuanto a los indultos en las plazas de tercera categoría. La de Zafra lo es pero también es cierto que "Mendaz" ha sido un excelente toro de Zalduendo, esa ganadería que el recordado Fernando Domecq encumbró.
Bravo el animal, duró lo indecible, viniéndose de largo cuando Ginés le daba distancia y luciendo, además, un emotivo galope. Y también lo hizo cuando lo tomaba más en corto, humillando en el embroque y planeando en una muleta muy templada.
Iba largo hasta el remate, que era con los vuelos. Y repetía. Así muchas veces y por ambos pitones, siempre con fijeza y siempre sin renunciar a la pelea, que fue en los medios.
Ginés lo vio claro, lució al animal y fue a por el indulto. La lidia que dio a Mendaz fue magnífica, primero con el capote, en lances a la verónica muy compuestos, y superior la media, al ralentí. Después llegó una faena maciza ya desde el inicio, en el que alternó el natural con la trincherilla invertida.
Nunca decayó ese trasteo, gustándose el torero cuando remataba los naturales con los vuelos. El público sacó los pañuelos y el presidente concedió el indulto. Otra cosa son las hechuras y el remate del toro.
Ginés Marín paseó también las dos orejas del segundo de la tarde, un astado terciado pero enclasado, al que cuajó con el capote y le hizo una faena larga por ambos pitones en la que primó la cadencia y la ligazón.
Pablo Aguado habría acompañado a Ginés Marín si no hubiera sido por el mal manejo de la espada ante su primero, un toro que tuvo buen son. Bellas las verónicas de recibo ganando terreno hacia los medios y eterna por lenta la media en el remate.
De mucho sabor el inicio de faena del sevillano, que alternaba el natural, casi del desprecio, con la trincherilla, y de sublime naturalidad una obra despaciosa y cadenciosa, componiendo con el enclasado animal, sevillanísimos los naturales de frente. Hubiera cortado las dos orejas pero falló con la espada.
El sexto dijo menos pero Aguado tapó su defecto principal, que era la sosería. Toques sin violencia y suavidad al correr la mano fueron recursos infalibles. Mató mejor y paseó una oreja.
De Cayetano poco se puede contar. Se fue tras dar muerte al cuarto (se ve que toreaba al día siguiente en Zaragoza), y los trazos hacia fuera y la subsiguiente falta de ajuste primaron ante el toro rajado que abrió plaza, y ante un cuarto ayuno de recorrido.