Y a hombros se llevaron a Cayetano en San Mateo

Corta tres orejas a un excelente lote de Garcigrande; Urdiales logra dos trofeos

Cayetano Rivera Ordóñez BMF / André Viard

Ángel González Abad

Cayetano cayó de pie en La Ribera, tres orejas y ni un pero del público... Y a hombros se lo llevaron. Y es que de la desigual en las formas corrida de Garcigrande y Domingo Hernández , la bolita de la suerte fue para Cayetano, con un segundo ejemplar para soñar el toreo. El precioso colorao, le ofreció mil y una embestidas. Todas francas, bravas, de aquí hasta el infinito, y así cuantas veces lo citó el pequeño de los Rivera. Pero... Uno, y gordo, la falta de ajuste. Torear tan despegado tiene su aquel, y es que el público no respondió hasta que Cayetano desafiante miró al tendido. Entonces volvió a rugir la marabunta. Lo cazó con la espada y oreja fervorosa. Y si bueno fue el segundo, el quinto, menos cuajado, puede que aún mejor. Rodilla en tierra comenzó el muleteo, que siguió en el mismo tono despegadillo, pero en series ligadas, que de nuevo encandilaron hasta el éxtasis, que de eso sí fue responsable. Otro obús con el estoque, y dos orejas. Nada que objetar al triunfo populista, que de todo tiene que haber, y que ayer significó que miles de personas salieran felices de la plaza. Un triunfo.

Diego Urdiales llegaba este año a su Logroño como base de la feria. Le esperaban los paisanos con mayor ilusión que nunca, con el recuerdo de la Puerta Grande de Madrid, con tantas tardes de excelencia, y por eso, y por todo, era ayer protagonista del día en el diario hermano «La Rioja», en una entrevista en la que desnudaba el alma y hacía una seria advertencia a navegantes, de alguien que ama el toreo: «El futuro de la Fiesta pasa por no olvidar a los novilleros». Y los novilleros están siendo los grandes olvidados de un sistema que parece enquistado, como si no se quisiera ver más allá, tal que tuviera una fecha de caducidad. Lo ha explicado perfectamente Rosario Pérez en ABC.es, en donde la sentencia es clara: «Festivales sin novilleros, una estocada al futuro» , y es que, o se vuelve la mirada hacia los novilleros, como auténtica realidad del mañana, o todos nos vamos a dar contra un muro, sin posibilidad de una segunda oportunidad, que aquí no habrá unas nuevas elecciones.

El recibimiento que le dieron a Urdiales los suyos fue de los que se recuerdan. Y bajo el aura de la clamorosa ovación discurrió la lidia del primero, que galopó alegre y embistió con dulzura. Lo entendió el riojano, que toreó de forma espléndida por el pitón derecho. Muletazos plenos de cadencia , de rotundidad también, que hacían rugir La Ribera. Con la zurda, la cosa ya fue otro cantar, pues faltó un punto de acople. Final torerísimo por alto y por bajo, y una oreja que rubricó el compromiso con que venía a su tierra. Le cortó otra al cuarto, en otro aire el de Garcigrande. Con ganas de irse, sin entregarse y siempre receloso en las embestidas . Urdiales quería rematar la tarde y se fue a los medios a brindar una faena presidida por la voluntad. No se rindió, y sobó mucho las arrancadas, hasta que, al final, en terrenos de chiqueros, le sopló dos series con la mano izquierda que supieron a gloria. Al torero y al público, que agradeció con generosidad el esfuerzo. Tuvieron mérito aquellos naturales al hilo de las tablas, y además, para que nada faltara, largura y temple. Dos series en las que Urdiales hizo que surgiera lo mejor de un toro, que hasta ese momento había demostrado poca sangre brava. Resolvió con la espada y paseó feliz una oreja. Dos, una y una, que por aquello del reglamento autonómico, lo dejaron sin puerta grande.

Ginés Marín pechó con el tercero, anovillado, que llegó a la muleta rebrincado y gienudo. El inicio del trasteo, por bajo, un lujo. Le plantó cara en una faena enfibrada, con muchas ganas y momentos de buen toreo. Se entregó de principio a fin, y se llevó un trofeo. Al sexto, también lo protestaron, y el torero volvió a luchar. Todo lo puso Marín, que destacó al natural, dentro de una labor empañada por el estoque.

El comienzo de San Mateo no pudo resultar más triunfalista. Seis orejas, seis, y a hombros se fue Cayetano.

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