Feria de Algeciras: solo El Juli en vísperas de José Tomás

Desoreja al mejor toro de la deslucida corrida de Zalduendo y sale a hombros

El Juli sale a hombros en Algeciras Efe

Rosario Pérez

No hay nombre que se repita más en Algeciras estos días que el de José Tomás : en el buscador del «Google de la calle» arrasaría. La típica pregunta del recepcionista de un hotel de las afueras de «¿viene a una boda o a un entierro»? ha cambiado por una afirmación de adivino: «No me lo diga, que lo averiguo, usted viene a ver al torero». Y el torero no es otro que el de Galapagar, por el que una pareja de colombianos ha cambiado su luna de miel en las Maldivas por una semana en el Campo de Gibraltar. No son los únicos que han cruzado el charco, aunque este jueves la reventa seguía tratando de hacer negocio y, pese al ambientazo y estar colgado el «No hay billetes», tampoco se abarrotó la plaza.

Era un cartel de vitola , con lo más granado del escalafón: Morante, El Juli y Roca Rey. Y fue Julián López el único en alcanzar la gloria antes de la merendola de rigor: mucho rebujito, cerveza y vino dulce para regar empanadillas, tapas de jamón y bocatas de calamares XXL. A dos carrillos se los zampaba el personal, como a dos manos había exprimido el madrileño al segundo toro de Zalduendo, con unos pitones (no serían los únicos) más propios de un escenario de tercera que de uno de segunda en tarde de tal categoría.

El Juli había recibido a este toro con máxima decisión, con Eolo incordiando una barbaridad, y abrochó con una soberana media. «Para que aprendas, Morante», gritó un guasón. Morante, ya ven, «que hasta dormido torea a la verónica mejor que todo el escalafón», dijo un partidario. Quitó luego por chicuelinas de mano baja. Dos doblones rodilla en tierra , poderosos cien por cien, unidos a un cambio de mano, desataron un clamor. Tenía una embestida rebrincada este «Despido», que a la postre sería el mejor del deslucidísimo conjunto, y el Poniente apretaba. Contra viento y marea, Julián se hizo el amo de la situación. Con la muleta adelantada y un toque fuerte, condujo a derechas el viaje del zalduendo. Lo oxigenó al natural y trazó muletazos sueltos sobresalientes, alumbrando uno de pecho a la par que la sonrisa del matador. Se relajó en la siguiente, con una supremacía abrumadora, toreramente firmada. El obediente animal acabó rendido a la sapiencia y la ambición julistas, como toda la plaza, puesta en pie en el epílogo de toreo inverso. El espadazo tiñó el graderío de blanco y la figura madrileña paseó dos orejas . Luego anduvo breve con el quinto, con peligro y complicaciones. No le gustó nada y lo pasó mal para matarlo.

Torera bronca

El primero echó las manos por delante y se vino por dentro en el capote de Morante , que se dobló en el inicio de faena con ese gesto de «aquí no va a pasar nada». Soplaba la brisa , que insuflaba un fresquito atípico a este junio que muere. La brisa acabó siendo huracán y el áspero «Jacarero» no paraba de cabecear. No es que fuera «Caín» ni mucho menos, pero que al artista de La Puebla del Río no le agradó lo sabían hasta en el Peñón. Abrevió el sevillano ante el disgusto de los tendidos. Bronca para Morante cuando se dirigía al callejón, con todos los flashes apuntando a sus patillas de hacha. Y ovación al toro, por guasa más que ser un dechado de virtudes... Quiso desquitarse en el cuarto a la verónica y pintó algunos muletazos con sabor para quien supiera paladearlos. El intento fue corto, pues el toro no valía un alamar. Esa porquería de animal chocaba con la etiqueta de lujo que lleva la torería morantista. La gente se quedó con ganas de mucho más...

El bastote tercero se venía algo cruzado y no andaba sobrado de casta, con toda su brusquedad a cuestas. No le importó a Roca Rey , que inició con media docena de muletazos sin enmendarse. Luego el bruto protestaba mucho y le arrancó la muleta en un par de ocasiones. El sexto sembró cierto desconcierto en el ruedo y en los tendidos, que pedían su devolución. El peruano brindó sin perder la fe. Solo él sabía lo que buscaba, pues lo cierto es que el animal, más que embestir, topaba. La casta no asomó en toda la corrida . A estas alturas, los gritos seguían siendo para Morante. En vísperas de la llegada de José Tomás, muchos vinieron a ver al genio de La Puebla, pero la única faena de triunfo que encontraron fue la cuajada por El Juli.

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