«EL «VAR» DEL TENDIDO
Faena contra viento y marea de Román en la espera a Pablo Aguado
El valenciano busca la gloria del que quiere salir de las trincheras y da la única vuelta al ruedo en «un desorden de corrida»
Madrid esper a la nueva ilusión de Sevilla
Román, contra viento y marea, buscaba la gloria del que espera salir de las trincheras. A Román le va la guerra sincera, la del que expone sin trampa ni cartón. El torero de la sonrisa que no caduca citó desde la distancia a «Castellano», un torrealta con complicaciones, mejor a estribor que a babor. Si las ásperas embestidas no eran fáciles, ni les cuento con el añadido de domeñar la muleta. Silbaba el viento como las balas en el Oeste. Y Román, con más entrega que técnica, ofrecía su cuerpo. «Ven, torito», le decía. Aquel «Castellano» ya se había cruzado en su imaginación en la víspera: el joven espada contó que había soñado que le tocaría ese sobrero y que cortaría las orejas.... El premio no llegó, pues el espadazo recibiendo se cayó. Ahí surgió la división de opiniones y entró en acción el «VAR» : desde los que puntuaban la ejecución a los que sacaban escuadra y cartabón. No lo ocultaba ni el propio matador: «Se ha ido baja». Aunque para sartenazos los de Joselito Adame. ¡Qué horror!
Aquella obra de Román –«ha rozado lo temerario», se oyó en el alto del «1»– había llegado con el primer remiendo de una tarde más larga que las noches de boda de Sabina. Decepcionante debut de Joselito , un maestro del toreo de esos que apenas quedan, con una vida de novela. Se habló en los tendidos de sus tardes inolvidables, como aquella del Dos de Mayo. Pero, claro, ayer tocaba enjuiciar lo que salía por chiqueros: «Blando y alguno justito de trapío», resumía José Pedro.
Dos chavalas que buscaban charangas –«¿pero aquí no hay peñas?»– se toparon con las palmas de tango y los pañuelos verdes. Un señor, más animado con la conversación que con el espectáculo, les explicó la tarde a su modo: «Ahora os vais a divertir con los cabestros de Florito ». No serían los únicos bueyes. El segundo sobrero, de Montealto, se posicionó para el premio limón al feo de la feria: «¡Qué cosa más espantosa!»
Pasadas las nueve, la gente se impacientó con el largometraje de Román. «Nada ayuda, es un desorden de corrida y algunos toros son lo que los antiguos llamaban de media sangre», comentó un veterano aficionado. Las verónicas bordadas por Álvaro Lorenzo despertaron al personal con el guapo «Cacareo», el más boyante. Mediada la académica faena, encima de un balconcillo, comenzó una tertulia sobre el cartel de hoy. Un nombre en boca de todos: Pablo Aguado, la gran sorpresa de la Feria de Abril. «Eso no puede ser flor de un día, eso se lleva dentro. Ojalá lo repita aquí». Madrid espera a la nueva ilusión de Sevilla.