El extraño origen de los apodos toreros: de Cuatrodedos al sabroso Mazapán
Durante siglos, los sobrenombres de los diestros han estado envueltos de curiosidades
Los apodos de los toreros son tan singulares como, a veces, extraños. Del simple diminutivo del nombre o del lugar de nacimiento a otros tan variopintos como los derivados zoológicos , otros alimenticios, e incluso de los defectos físicos. De El Gallo o Lagartijo a Cuatrodedos, Cara-Ancha o al navideño Mazapán.
Así ha sido desde los primeros lidiadores, y lo sigue siendo, y así lo recogió ya el periodista y escritor Leopoldo Vázquez y Rodríguez , que a finales del siglo XIX, en 1896, escribió en «El Arte de la lidia» un jugoso artículo en el que con altas dosis de ingenio e ironía desgranó el origen de los apodos que hasta entonces se habían prodigado entre los coletudos.
Vázquez fue un renombrado revistero que en la segunda mitad del XIX dirigió diversas publicaciones taurinas como «El tío Jindama», «El Enano» o «La divisa» , y dejó escritas diversas obras enfocadas siempre hacia las efemérides y curiosidades taurinas.
Por el lugar de origen
Gallo, Lagartija, Lobo, Pulga, Conejo, Lagartijillo, Pulguita, Rata, Cigarrón, Cuco, son los primeros apodos que recoge entre la zoología ; y continúa con numerosos diestros que sobrepusieron a su nombre el de la localidad en donde nacieron . Toreros a los que llamaron Murcia, Soria, Cervera, Valencia, Miranda, Sevilla, Melilla, Pastrana, Villanueva, Avilés, Villaverde, Valdemoro, León, Pinto, Guadalajara o Peñalver.
Y seguía la lista, de pluma, Alones, frescos como Lechuga y del color de su piel: Moreno, Rubio, Blanquito y Jaro. No faltaban los productos agrícolas , como Melones, Centeno y Trigo, o los extranjeros Inglés, Portugués, Ginebrino y Americano.
Del mar, Marinero. Y Fatigas, Agujetas y Agujetillas , los que más se cansaban, sin olvidar los defectos físicos entre los toreros que han sido, alguno de la importancia de Cara-Ancha. También Cuatrodedos, Pelao, Sordo, Chato, Ronco, Mellado, Mudo o Cano. De alegría nombraba a Cantares, a Almendro y Pino, entre los árboles, sin olvidar las aves con Loro, Canario y Jilguero, ni la fuerza de Sansón. Sabroso y navideño Mazapán, y Bombita, explosivo. El Pito y Guitarra, que no faltaran para la fiesta.
Los más belicosos
Manchao y Pintado, los menos limpios, y de mucho lustre, Charol. Los más belicosos Guerra y Guerrero, y por el oficio , un numeroso listado: Sastre, Naranjero, Albañil, Pavero, Pintor, Cucharero, Pastor, Tallista, Guitarrero, Tortero, Barberillo, Tornero, Arriero, Vaquero, Calesero y Patatero.
No podían quedarse los aficionados sin El Estudiante ni el Chispa por su buen humor, ni Carcelerito por su quehacer, ni Conde ni Marqués por su noble cuna, y más aún, Infante y Reyes por su regia estirpe. Los diminutivos son otro clásico, y en ese apartado aparecen Frascuelillo, Joseíto, Pepín, Cayetanito, Mateíto, Dominguín, Gonzalito, Bernalillo, Manolín y Villita. Y también por la procedencia no faltan Mancheguito, Valenciano, Granadino, Cordobés, Ecijano, Malagueño, Salamanquino, Antequerano, Sevillano, Cartagenero, Navarro, Montañés, Algabeño y Gallego.
Sin embargo, el minucioso Leopoldo Vázquez solo encuentra dos apodos que definen lo que ejercen, que eran Torero y Torerito , y se sorprende por otros alias que no dicen nada sobre su origen: Manene, Libri, Lavinia o Rolo. ¡Vaya usted a saber de dónde vienen!
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