La espeluznante cornada que aterrorizó a Esparragosa
Un aficionado sufre tres heridas en los festejos populares de la localidad pacense
Esparragosa era una fiesta. Como el París de Hemingway. Como la Pamplona de Ernest. Pero Esparragosa es mucho más que una explosión de blanco y grana , en este bellísimo pueblo de la Siberia extremeña todo un arco iris de colores resplandece en la Plaza de España. Con banderas verde, blanca y negra y rojigualdas. Aquí no hay complejos y la tauromaquia se vive con intensidad durante tres días, el último trío de unas fiestas de seis lunas, en las que el 15 de agosto es el día grande, el de la patrona, la Virgen de la Cueva, con una cofradía en la que es alma y esencia su Hemana Mayor, del mismo nombre, con el importante apoyo de la Junta de Gobierno.
A la Virgen se encomendó este viernes un pueblo devoto de su Madre, a su manto milagroso. Una cogida espeluznante sobrecogió el corazón de Esparragosa de Lares. Ocurrió a la salida del segundo novillo, un "toro" con toda la barba. "Matambre" era su bautismo, herrado con el número 16, de la ganadería de Carmen Valiente. En la puerta del Ayuntamiento, a modo de "portagayola" en pie, le aguardaban mozos y veteranos en medio de la expectación y la algarabía. Llenas las barreras de esta placita de "palos", con el sabor de la tradición. Y un grupo de atrevidos en terrenos calientes, donde la respiración se corta cuando el morlaco aparece por toriles. Este "Matambre" puso su mirada enseguida en un vecino de Esparragosa, aunque residente en San Sebastián. Y quiso el destino que los pitones del astado se cebaran con él. Intentó meterse en la tronera, pero el novillo le prendió con muchísima saña , lanzándole derrotes que aterrorizaron a los "tendidos". Solo un eterno "¡ay!" estallaba de las gargantas de un pueblo enmudecido a cualquier otra palabra, con la música de la orquesta de fondo.
Aquellos segundos se convirtieron en horas para los presentes. Las caras de horror parecían salidas de un cuadro de Goya. "Matambre", un manso que embestía a arreones, se cebaba con el vecino, de unos 65 años. Cuando después de lanzarle varios pitonazos en el aire, le tiró con violencia a la arena, los mozos le socorrieron, hicieron una camilla humana y lo llevaron a la UVI móvil. Posteriormente, fue trasladado al hospital de Don Benito.
A falta de un parte oficial, las primeras noticias de fuentes cercanas al herido, en la UCI tras ser sometido a una larga operación, hablaban de tres cornadas , una en la zona del abdomen, y algún varetazo, además de una brecha en la frente. Por fortuna, al parecer, no tiene dañadas venas ni órganos importantes, aunque sí sufre importantes daños musculares.
Fue la nota amarga de unas fiestas en honor a la patrona del pueblo, la Virgen de la Cueva, y que giran en torno al toro. Festejos populares de enorme arraigo y tradición, cada vez con más aficionados que viven con intensidad las tres jornadas taurinas. La fiesta había arrancado por la mañana con el popular encierro , que concitó enorme expectación, todo supervisado por el alcalde, Fernando, gran defensor de la tauromaquia -catalogada como patrimonio cultural en nuestro país- y que se desvive para que las fiestas sean del gusto de todos, vecinos del pueblo y forasteros.
La algarabía sigue esta noche con la orquesta y el baile en la plaza. Y continúa mañana por la mañana con la suelta de vacas, una de ellas de San Martín, y los toros de la tarde, con maletillas y toreros, toreros y maletillas que se la juegan con pureza pese a no vestir de plata ni oro, como El Almendra. " Amamos la tauromaquia, aquí todo gira en torno al toro, y no olvidemos que los toros cogen, esto no es un juego", dice un aficionado de la localidad pacense. Es la realidad de la Fiesta, un arte y una tradición escrita a golpe de sangre y verdad.