La autoridad de Miguel Ángel Perera en Mérida
El extremeño hace lo más macizo, Ponce corta dos orejas al mejor toro y la plaza extremeña se «enfandila»
«Esaborío» llevaba en su bautismo el recuerdo de aquel número 28 lidiado en Castellón en 2019, con esa soberbia calidad en su embestida. Pero el «Esaborío» de este 2020 en Mérida poco se pareció a su hermano de la divisa de Matilla. De buena presencia y herrado con el 70, le costaba humillar con informales viajes. Enrique Ponce, lucido en el saludo con lances genuflexos y otros erguido ganando terreno, le enseñó los caminos desde el prólogo. Con técnica de sabio, fue ahormando la embestida para aprovechar la movilidad de «Esaborío», de la misma ganadería que le provocó la lesión de «rodilla castrófica» en las Fallas. Para ahuyentar fantasmas, Ponce se enfundó el mismo vestido, el blanco y azabache, en una faena con entrega y ambición y algún momento de apuro. No cuajó del todo la petición de oreja y el balance quedó en saludos.
El triunfo llegaría en el cuarto, «Clandestino», con el hierro de Olga Jiménez. Tras cierto desconcierto en banderillas, Ponce brindó al público este notable toro, aún mejor en su manos. Temple y relax desde el inicio, toreando con despaciosidad y con la listeza de oxigenar al ejemplar. En una larga faena, cuando intentó la poncina, apenas pudo plasmarla. A sus pies cayó rodado «Clandestino» tras una buena estocada, lo que desembocó en las dos orejas.
Ración doble se llevó también El Fandi en el segundo, al que recibió con una larga cambiada de rodillas y sopló unas fenomenales verónicas. Con un galleo por chicuelinas lo puso en el caballo y por el mismo palo quitó, entre la algarabía de los tendidos. El verdadero revuelo estaba por llegar: ardió la plaza en banderillas. Los espectadores alucinaban en cada par y en el violín se pusieron en pie como si Paganini pisara la arena. Enorme la conexión de Fandila con el público, prendido a su faena desde el inicio. Sonaron entonces los gritos de «¡Viva España!» mientras un molinete daba paso a multitud de muletazos algo acelerados, con el toro moviéndose y la gente absolutamente «enfandilada».
Revolución de El Fandi
Una polvareda levantó el quinto, al que también dio la bienvenida con una larga cambiada. Y otra vez la revolución con los rehiletes, con un cuarto par al violín entre el éxtasis colectivo. Varios kilómetros encima llevaba este toro de Matilla cuando el granadino cogió la franela. Escasa era la clase del rival, con el que El Fandi dibujó un par de despaciosos naturales y le dio fiesta luego con molinetes y desplantes con las rodillas en tierra. Una locura. A pesar del pinchazo, le pidieron el trofeo con mucha fuerza, pero el marcador quedó en ovación de gala.
«¡Paisano, que se vea la sangre nuestra!», exclamaron a Perera antes de salir el tercero, «Empedernido», que puso la cara por las nubes en banderillas y hasta hizo pasar aprietos a un torero de plata de la talla de Curro Javier. Rebrincado y revolviéndose en los inicios, Miguel Ángel anduvo muy por encima, con técnica, asiento y la medicina del temple, esa que lo cura todo. Templanza total en unos naturales y hasta en dos molinetes. Siempre sereno, remató en las cercanías. «El toro no vale un duro, pero tú vales mucho», resumió un paisano desde la grada del 8 antes de pasear la oreja.
En el último toro de la feria, se sucedieron los «¡vivas!» a España, al Rey, a los toros... Y hasta entonaron el himno del Barça mientras debatían sobre Messi. Pero cuando Perera se quedó solo con «Boticario» en el redondel, el silencio se hizo. Muy poderoso, amasó la embestida y la cosió en una ronda diestra en un palmo de terreno. Mando y ligazón, con aplastante autoridad. Al pasar al pitón zurdo, el toro cantó la gallina e hizo amagos de rajarse. Hasta que se piró del todo al verse podido por el pacense, autor de lo más macizo. En tablas acabó en las distancias cortas y con circulares. Otra oreja, la sexta de la noche, ponía fin a una feria de altura en tierra extremeña.