Corrida de la Hispanidad: la gran Fiesta Nacional del toro
Sin trofeos, Morante de la Puebla y Juan Ortega muestran la calidad de su toreo en Córdoba
El día de la Hispanidad se celebra en Córdoba con un gran cartel de toros. El escaso juego de las reses de Jandilla y el mal uso de los aceros impiden el triunfo rotundo pero Morante, muy decidido, torea de maravilla; Juan Ortega, con menos experiencia, apunta detalles estéticos.
En el día de nuestra Fiesta Naciona l, recuerdo lo que dice el cordobés Antonio Gala, mi amigo: los dos mayores vínculos que unen a España con los países hispanoamericanos son nuestra lengua común y la Fiesta de los toros.
Aunque era sevillano, Ignacio Sánchez Mejías llamó a Córdoba «la casa de todos los toreros». Si triunfaran los antitaurinos –decía– «Córdoba sería nuestro refugio». Así sucede ahora, a causa del virus: es la única Plaza española de primera categoría que esta temporada ofrece un festejo. Merece elogio el empresario, José María Garzón. Además, el cartel es muy atractivo. ¡Lástima que se caiga de él Pablo Aguado! Con Morante y Ortega, son los tres representantes actuales del genuino toreo sevillano, hecho de naturalidad, sencillez y gracia. No es raro que el aforo permitido se haya vendido en un día.
Empujado quizá por el acontecimiento, Morante muestra esta tarde una gran entrega. El primero se frena y escarba, embiste descompuesto. José Antonio le da la lidia correcta, sin arrugarse, desde el recibo, con verónicas, flexionando la rodilla; acaba sacándole tres templados derechazos pero mata mal.
En el tercero, nada fácil, que brinda a Cayetana Álvarez de Toledo , Morante hace un notable esfuerzo. Sin una duda, logra sacarle al toro buenos pases por los dos lados, provocando primero la arrancada y aprovechando luego la inercia para dibujar preciosos muletazos. En los momentos de apuro, sabe salirse de la suerte con garbo. Pierde los trofeos por matar mal pero me recuerda lo que de él se solía decir, que es el más valiente de los toreros artistas.
Morante se sale de la rutina, de lo trillado, ofrece una variedad que, para Cervantes, es la base del deleite
Como el quinto, igual que sus hermanos, desluce las verónicas, recurre a las garbosas chicuelinas. Replica Ortega por el mismo palo (antes, era casi obligado optar por otros lances, si se rivalizaba en quites). Mide bien el castigo Aurelio Cruz y este toro se deja, sin más. El comienzo de faena es precioso, ligando los ayudados con trincherillas y de pecho, a los acordes del maravilloso «Suspiros de España». Los derechazos de mano baja ponen al público en pie. Por la izquierda, el toro protesta, ha de mandar mucho y tirar de recursos. En homenaje a Córdoba, da unas manoletinas que no forman parte de su repertorio habitual y concluye con excelentes ayudados a dos manos. Pierde las dos orejas al matar.
Aunque ya había apuntado cualidades, Juan Ortega ha sido, para muchos, la gran revelación de esta singular temporada. Bastó una tarde para revolucionar lo que Cañabate bautizó como «el planeta de los toros». Luce figura de torero antiguo, clásico, y su estilo también lo es, con ecos de Chicuelo, Pepe Luis, Pepín Martín Vázquez... En el segundo, el más manejable, rivalizan por verónicas los dos diestros. Brinda a Morante y dibuja naturales con naturalidad: no es una redundancia sino una delicia. La estocada cae baja.
El cuarto protesta y acaba revolviéndose con peligro. Juan apunta su buen estilo pero el toro no le deja más, después de tres momentos de apuro. Mata a la tercera.
El último es muy soso y descastado. Ortega duerme el capote en unas verónicas de categoría y repite por delantales. El toro se desentiende, no transmite nada, la faena es imposible. Mata a la segunda. Ha de mejorar con la espada y torear más, para adquirir experiencia, pero apunta un estilo muy hermoso. Me ha recordado la frase de Juan de Valdés: «Escribo como hablo y sin ninguna afectación...» Así intenta torear Juan Ortega, sin ninguna afectación, con una sencilla naturalidad que ilusiona.
Sin trofeos, Morante ha ofrecido una gran tarde. Esta vez, ha unido la decisión a su personal torería . Se sale de la rutina, de lo trillado, ofrece una variedad que, para Cervantes, es la base del deleite.
Como proclamó, hace ciento veinte años, el conde de las Navas, los toros siguen siendo «el espectáculo más nacional».