Antonio Ferrera es el que es
Corta cinco orejas y sufre una dramática cogida en su tarde con seis toros en Badajoz
Remata esta rara temporada Antonio Ferrera matando seis toros en Badajoz, en una tarde triunfal, con muchos detalles originales: corta cinco orejas y recibe el cariño de sus paisanos. Los toros de Zalduendo dan juego escaso y pobre, en el caballo.
«Soy el que soy». Con esta sentencia concluía Antonio Ferrera su conversación, en ABC, con Rosario Pérez. Coincidía con lo que afirman muchos protagonistas de Lope y con el propio Don Quijote, poco después de salir de su casa: «Yo sé quién soy». Es una afirmación de voluntarismo, propia del carácter español: puedo elegir quién quiero ser...
Así lo ha hecho el torero Antonio Ferrera. Se hizo popular, al comienzo, con un estilo veloz, bullanguero. Eligió evolucionar hacia una lidia clásica, dominadora. Últimamente, le ha añadido ribetes de barroquismo estético mexicano: lidia con el capote; saca al toro del caballo toreando, como hacía Gallito; da naturales con la mano derecha, sin la ayuda; riza el rizo de la dificultad citando a recibir desde muy larga distancia... Con su nueva personalidad, ha convencido a los públicos más exigentes.
La corrida tiene prólogos singulares: llega el diestro a la plaza conduciendo su coche. Suena el Himno de Extremadura. Recibe Antonio el homenaje de la Escuela Taurina de Badajoz. Hace saludar, con él, a la amplia cuadrilla. Ameniza el festejo la gran banda sevillana de Tejera.
Al primero, justo de fuerzas pero codicioso, lo somete con un trasteo sereno, de mano baja. Entra a matar caminando desde muy lejos, una imagen insólita, que repetirá en los seis toros: oreja.
En el segundo, con clara querencia a tablas, ordena al picador que se ponga en el centro del ruedo (¿por qué?). Un gran par de Fernando Sánchez. Aprovechando las embestidas, logra Angtonio naturales suaves y mata trasero, con igual técnica: oreja.
Un trago duro supone el tercero, serio, engatillado, que se duele en el caballo y saca genio. Ferrera sufre una voltereta y un pitonazo en la rodilla. La pelea es dura, emocionante. Mata atravesado.
Recibe con larga cambiada al cuarto, castaño, berreón, de cuernos alirados. Lo saca del caballo con el capote a la espalda.Aunque embiste descompuesto, dándole mucha distancia logra meterlo en la muleta, con recursos y variedad, al son del precioso «Nerva». Esta vez la estocada queda perfecta: dos orejas.
Al son del maravilloso «Suspiros de España», logra someter las irregulares embestidas del deslucido quinto. Pincha una vez.
Acude a portagayola en el último. Raúl Ramírez realiza el salto de la garrocha. Quitan los sobresalientes, Álvaro de la Calle y Chapurra. Como en otra etapa, Ferrera pone dos pares de banderillas: al violín, lo empitona por el pecho, en un momento terrible. Dolorido, sin chaquetilla, realiza un trasteo emocionante, con el toro rajado en tablas. Logra un espadazo y una oreja más.
En un momento de faenas monótonas, Ferrera juega la baza de la personalidad. Además, como quería Juan Belmonte, torea «con el nudo en la garganta». Y logra el éxito haciendo coincidir su estado de alma con el del público. Con casi veinticinco años de alternativa y el cuerpo cosido a cornadas, Antonio Ferrera es el que es: un singular torero.
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