Así fue la corrida de Fuengirola, la última con medio aforo en Andalucía
Enrique Ponce y Emilio de Justo brillan en la reaparición de Fortes en el coso malagueño

El jueves por la noche, en Fuengirola, se llenó la Plaza, dentro de lo que ahora está permitido: Ponce cortó un trofeo a cada toro; uno, Emilio de Justo; reapareció dignamente Fortes. Ésta parece haber sido una de las últimas corridas de esta singular temporada, en Andalucía. Además de la limitación del aforo a la mitad, la Junta acaba de decretar una distancia de seguridad de 1’5 metros. Con eso, se hacen inviables la mayoría de los festejos: se han cancelado ya la Goyesca de Ronda (que había anunciado un magnífico cartel, con Morante, la reaparición de Roca Rey y Aguado) y las dos de San Miguel, en Sevilla. Está en grave riesgo la magallánica de Sanlúcar. En el resto de España, quedarían en el aire, sobre todo, el llamado Plan de Reconstrucción (15 corridas, 5 novilladas y 4 de rejones), con muchas incógnitas, y la Feria de Otoño madrileña.
Pensábamos que la corrida de Fuengirola iba a ser un festejo amable y poco exigente, como varios que ya han tenido lugar, pero los toros –la gran incógnita de la Fiesta– cambiaron todo el panorama. Las reses de Manuel Blázquez sacaron dificultades imprevistas, los tres diestros tuvieron que esforzarse y arriesgar más de lo esperado.
Reapareció Ponce, con la muñeca vendada por el golpe sufrido en El Puerto. (Resulta ya cansino anotar que, en el paseíllo, dibujó con la espada en la arena una A, en vez de la habitual cruz).En el primero, manejable, un trasteo fácil y vistoso, sin estrecharse, y una estocada baja le valieron una oreja. El cuarto pegaba arreones. Ponce paró la música; con riesgo, le fue sacando naturales y mató bien: otra oreja. Para mí, ha sido su faena de más mérito de esta temporada, aunque, otras veces, haya cortado más trofeos. Personalmente, lamento que suela preferir el camino de la estética al de la lidia, mucho más valioso, para el que Ponce está tan dotado, como volvió a demostrar en Fuengirola. Claro que eso implica mayor riesgo y enfrentarse a reses con casta y poder: algo, por desgracia, poco frecuente.
Emilio de Justo fue el claro ganador de su anterior mano a mano con Ponce, en Plasencia. Esta vez, el mal uso de la espada le impidió igualarle en trofeos. La firmeza es la palabra que define mejor su actual estilo: toreo clásico, serio, sin concesiones. Devuelto por flojo el precioso sardo, el sobrero, suave, le permitió una faena completa, rematada con hermosos muletazos de frente, de la escuela sevillana: naturales, aunque fueran con la mano derecha, pues tiró a la arena la espada. Esta vez, mató mal, avanzando a la vez las dos manos, en vez de cruzar, como se debe, y perdió las orejas. En el quinto, que protestaba mucho, saludó Morenito de Arles. De Justo aguantó parones, tragó mucho, con oficio, y acertó con la espada: una oreja. Ha cuajado en un serio diestro de la línea clásica y, a veces, mata muy bien.
Reapareció el malagueño Fortes, muy castigado por los toros, después de casi dos años. Los paisanos le apoyaron y sus compañeros le brindaron un toro pero le tocó el peor lote, que ofreció muy pocas posibilidades. Su actuación fue digna y valiente; destacaron los mandones muletazos con que inició la faena al tercero pero falló con el descabello. En el último, arriesgó mucho en un par Carretero pero el toro se rajó por completo.
Las dificultades de las reses pusieron a prueba a los tres diestros. Lo peor es el negro horizonte para los festejos y eso que nadie puede acusar a la Junta de Andalucía de antitaurina. También en la Fiesta, el coronovirus manda.