Antonio Ferrera y la explosiva pólvora de «Liricoso»

El extremeño, que salió a hombros, indulta un gran toro en una seria corrida de Montalvo en medio de la división de opiniones

Antonio Ferrera, en un profundo derechazo al primer toro de Montalvo David Arranz

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«Liricoso» traía la seriedad que no se ve por otros lares de Castilla. Ni leonesa, ni manchega. Un toro bravo con cuajo y bien hecho, aplaudido de salida. ¡Bendito sea el trapío! Ya desde que apareció con toda su belleza a cuestas metió la cara en el capote d e Antonio Ferrera , que brindó al público. Aroma de otros tiempos en el torerísimo prólogo por bajo, con hondura. Tenía casta este codicioso ejemplar de Montalvo que, pese a no hacer una pelea en varas para el recuerdo, quería comerse las telas por ambos pitones. El extremeño lo oxigenó (y se oxigenó) para seguir con una tanda al natural de muleta a rastras. Con el público a favor, se despojó de la ayuda y siguió con el compás muy abierto. Igual dio el desarme: con rapidez retomó la senda diestra en una labor con desigualdades pero sabrosa ante ese torrente de embestidas tan profundas , que todo lo demandaban por abajo. Y si grande fue el inicio, también el que parecía el broche contuvo enorme torería. Parecía... Porque gran parte del público enloqueció con el encastado montalvo y pidió el indulto cuando se perfiló para matar. El espada continuó entonces toreando. Y «Liricoso» siguió embistiendo. Hasta que asomó el pañuelo naranja en medio de la división de opiniones. Ferrera paseó el anillo con el mayoral mientras se avecinaba una bronca para el presidente. Una vuelta al ruedo no hubiese desatado polémica alguna, pero bienvenida sea para un toro serio por fuera y por dentro ... «Liricoso» se llamaba, número 43, negro mulato y de 535 kilos. Inmortalizado queda ya en la historia de La Glorieta.

Con medio capote saludó con primor al cuarto, en el que pintó un medido y fabuloso quite. Dentro de su mansa condición, iba y venía con son. ¡Menudo era este «Liricón»! Ferrera, con un lote para encumbrarse, lo entendió perfecto y le dio fiesta con gusto y maestría. Si en el comienzo le había pegado un golpetazo en la rodilla, en el final le arrancó una zapatilla. Y el pacense le arrebató un trofeo.

Con cinco pases sin enmendarse principió Castella faena al enmorrillado segundo, en el que se marcó un arrimón entre las guasas de «indultitis», tantas que el matador pidió silencio y respeto en la hora final. Pinchaúvas en el quinto, el garbanzo negro.

Clase enseñó en el templado capote de Ginés el tercero, potable en su medio viaje. Destacaron unos zurdazos, pero pinchó. Más vulgar el sexto, que brindó a El Viti en medio de una lujosa ovación. No hubo «the end» explosivo. El incendio ya fue: «Liricoso», de poético bautismo, portaba la pólvora. La de la bravura y la de la polémica. ¡Y en un primer toro! Que ya es noticia. Como lo es la seria presentación de la corrida. De Montalvo fue.

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