Antonio Bienvenida, la sirena y el misterio de la naturalidad en su mejor tarde

Se cumple un siglo del nacimiento de un diestro de dinastía que fue por siempre torero de Madrid

Antonio Bienvenida ABC

Ángel González Abad

El 25 de junio se cumplirá un siglo de su nacimiento en Caracas, cien años de un torero pleno de excelencias. Hasta su trágica muerte en octubre de 1975, derrochó torería en casi ochocientas corridas de toros por todas las plazas del mundo. Nació en Caracas, fue bautizado en Sevilla y criado en Madrid. Antonio Bienvenida , miembro de una dinastía en la que el toreo, el buen toreo, marcó su vida. Don Manuel Mejías, el Papa Negro, sus hermanos en el ruedo Manolo, Pepote, Rafael, Ángel Luis y Juan.

Llegó la alternativa en Las Ventas el 9 de abril de 1942, la competencia con Pepe Luis, Manolete y Luis Miguel, después con Ordóñez, también con El Cordobés, Camino y El Viti, más de tres décadas en las que nunca renunció a sus principios del toreo de siempre, el más clásico pleno de naturalidad. No alcanzó la cima, pero estuvo siempre muy cerca, y consiguió algo tan difícil como la leal admiración de los aficionados. Fue el torero de Madrid con mayor sevillanía.

Las Ventas lo consagró cuando era aún Antoñito la tarde de los famosos tres pases cambiados, lo aupó el día de los astifinos toros del Conde de la Corte, la plaza que se le entregó en las seis corridas en las que se anunció en solitario, incluida la jornada doble que no pudo rematar… Pero hubo un día en que «Antonio, vestido de azul purísima y oro, resumía toda su tauromaquia frente a aquel toro que llevaba en sus venas pura sangre de Contreras», sentencia José Luis Suárez-Guanes en su historia de la plaza madrileña.

'Salario del miedo'

El 18 de mayo de 1959 se anunciaba la cuarta corrida de San Isidro, Pepe Luis, Antonio Bienvenida y Julio Aparicio. La del 'salario del miedo', la bautizaron algunos con mala baba. Los tres abandonaron la plaza en hombros en una de las tardes más apoteósicas que ha vivido el coso de la capital de España. De la corrida de Barcial, el quinto fue sustituido por un sobrero de Juan Antonio Álvarez. Y ante ese toro, Antonio escribió la «primera página de la historia de Las Ventas , de San Isidro y de su biografía», escribe Suárez-Guanes.

Al describir la que muchos coinciden en calificar su mejor faena, el historiador recuerda: «Pases con la muleta tersa, planchada, sin ninguna arruga. Largos y suaves a la vez, profundos y armoniosos, con la transmisión al público del divino don del arte. Todo en un palmo de terreno, sin una pausa, con el toro entregado y la plaza, su plaza, a sus pies».

Aquella faena se la brindó a Conchita Cintrón . De antológica la definió Antonio Díaz Cañabate en su crónica de ABC. «Fueron naturales con la derecha… A la naturalidad hay que añadir la elegancia, el mando, el ritmo, la armonía y unirlo todo. ¿Cómo? ¡Ah, yo no lo sé! Eso lo sabe la sirena y se lo dijo al oído a Antonio, a Antonio Bienvenida. ¡A don Antonio!». Y cuenta Cañabate que la sirena le dijo también que citará a recibir, y tras un pinchazo, la estocada, sombreros al ruedo, y las dos orejas. También Gregorio Corrochano se hizo eco de la faena cumbre de Bienvenida, y aseguró que podía ponerse al lado de la de Manolete al toro de Pinto Barreiro, una de las cumbres de Las Ventas.

«Antonio dio la vuelta al ruedo más lenta que recuerdan mis ojos», rememora Guanes. A partir de aquel día llegaron muchas más tardes de gloria, de «naturalidad innata, relajada despaciosidad, parsimonia…» a decir de sus innumerables partidarios, «que eran todo Madrid. Un Madrid que le acompañó multitudinariamente a su entierro», tras encontrar la muerte ante una becerra en plena sierra madrileña a los 53 años.

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