Ángel González Abad - Los martes, toros
Bernadó volvió a Las Ventas
Faltó quizás el calor de su tierra a la que tanto defendió: «Quien niega la tradición taurina de Cataluña y Barcelona, está negando la historia»
Fue el diestro catalán más internacional, el de mayor proyección en todo el orbe taurino. Fue torero de Barcelona, en donde toreó más de doscientas cincuenta corridas de toros, fue torero de Madrid, plaza que nunca rehuyó, y torero de la América taurina, sobre todo de México, en donde fue un ídolo durante muchos años.
Y fue precisamente la plaza de Las Ventas el escenario del homenaje que se le tributó el pasado sábado en la sala Antonio Bienvenida. Bienvenida, su padrino de alternativa, presidiendo una jornada en la que se recordó la personalidad de un gran artista, de un hombre que entregó su vida en los ruedos, y que cuando los abandonó quiso trasmitir todo su saber a los chavales que soñaban con ser toreros como profesor de la Escuela Taurina de Madrid. En la vuelta de Bernadó a la plaza madrileña estuvieron para recordarle dos de sus alumnos, Luis Miguel Encabo y Fernando Robleño, su compañero en tantas tardes de televisión, Miguel Ángel Moncholi, el ganadero Víctor Huertas y su emocionada viuda Ivonne; todo de la mano del entusiasta Alberto Bautista.
Allí afloraron tardes de gloria, los seis miuras en el coso catalán aquel día de septiembre de hace ahora medio siglo, la sencillez y el magisterio de sus lecciones, y el dolor con que vivió hasta su último día el acoso de la Fiesta en su Cataluña del alma. Anécdotas que revivieron su historia, la calidad y naturalidad que desplegó en los ruedos, la elegancia dentro y fuera de las plazas. En Las Ventas también estuvo la alcaldesa de Canencia, el pequeño pueblo de la Sierra de Madrid en donde vivió el torero de Santa Coloma de Gramanet, que ya homenajeó en vida a su ilustre vecino y ahora lo honra en el recuerdo.
Faltó quizás el calor de su tierra a la que tanto defendió. «Quien niega la tradición taurina de Cataluña y Barcelona, está negando la historia», dijo al recibir de manos del entonces alcalde Pasqual Maragall la Medalla de Oro de la Ciudad Condal tras su retirada. Fue la última concesión a la tauromaquia de una institución catalana.