Albacete: tarde sembrada de Manzanares

Corta cuatro orejas y abre la puerta grande con el mejor lote de Cuvillo

Manzanares triunfó con el mejor lote EFE
Rosario Pérez

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Se despedían y en cada adiós estaba la bienvenida. «Currillo» y Manzanares se encontraban a cada instante . El temperamental ensabanado embestía con movilidad y veloz motor. Tal vez otro puyazo hubiese apaciguado ese viaje que golpeaba como el mar en la falda de la colina. Ni la faena ni el cuvillo fueron perfectos, ni falta que hacía , porque todo contuvo enorme emoción. El alicantino, que se había marcado un prometedor quite por chicuelinas, prologó con el sello de la torería desde la trinchera. Obra in crescendo: ofreció distancia sobre la derecha en emotivas series, largas y de mano baja, pero fue sobre la zurda por donde manaron las más sentidas y hondas, con algunos naturales soberbios y una sabrosa trincherilla . No era sencillo dominar al repetidor y encastado animal cuando apretaba y hubo algún susto que resolvió con eficacia. Fue letal con la espada , pese a caer desprendida, y asomó el doble pañuelo blanco que le entregaba las dos orejas. Y el azul, con el que se premió a «Currillo» con una vuelta al ruedo protestada, pues no se había demandado.

José María Manzanares estuvo sembrado con los mejores rivales –el único lote al completo de Álvaro Núñez–, de diferente condición. Un maravilloso cambio de mano a cámara lenta cautivó en el quinto, que protestaba en los inicios e imposibilitaba la limpieza. Paciente, despacioso y muy torero, logró corregir ese defecto y explotó las calidades de «Tramposo». Mediada la labor, esculpió tres series con un empaque superior . El estoconazo al encuentro ya de por sí valía un galardón. Otros dos se ganó.

Álvaro Lorenzo exhibió un magnífico sentido del temple con el flojo y nobilísimo tercero de Juan Pedro. Suavidad era la medicina que necesitaba y almíbar le aplicó el toledano. Hubo muletazos al ralentí con el mérito de sostenerlo. Remató por personales luquinas y obtuvo una oreja. El sexto embestía a tornillazos y no pudo redondear el triunfo.

Ponce, sin suerte con su lote, templó a media altura a un juampedro de justa fortaleza. Con el descompuesto cuarto, se alargó en una enrazada labor tras ser increpado y paseó el anillo.

La tarde fue de un Manzanares en plenitud . De boca en boca iba su apellido mientras abandonaba a hombros el coso en olor de multitudes.

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