Sebastián Castella disfruta con un gran cuvillo en la Feria de Fallas

El francés desoreja al toro, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre

Sebastián Castella disfruta con un gran cuvillo en la Feria de Fallas efe

andrés amorós

El fin de semana, un gentío abarrota Valencia: las Fallas son, por definición, una fiesta popular, abierta a la gente de cualquier procedencia, nivel económico, ideología. Exactamente igual que la Tauromaquia: quieran o no quieran, el arte popular del pueblo español, del que todos formamos parte.

El encierro de Núñez del Cuvillo facilita el triunfo: toros con movilidad y nobleza; algunos, justos de fuerzas. Una oreja corta El Fandi; tres, Castella (dos al quinto, premiado con la vuelta al ruedo). No logra trofeos el joven Román.

El primero es dócil pero flojea mucho. El Fandi despliega todo el repertorio capotero: larga de rodillas, verónicas con chicuelinas, galleo, zapopinas. Se luce en banderillas. Al tercer muletazo, rueda el toro y la faena se despeña. Sale el cuarto con mucho gas, El Fandi clava cuatro pares. En un tirón, la res se derrumba pero luego se viene arriba. Los muletazos son correctos, voluntariosos. Recurre al populismo: molinetes de rodillas y «manolas» (como defendía llamarlas Gerardo Diego). Estocada y oreja.

Ilusión juvenil

Con ilusión esperábamos al joven Román, formado en la Escuela de Valencia. Devuelto por flojo el tercero, el sobrero embiste con nobleza. Comienza en el centro, con dos arrucinas de ¡ay!; luego, se atropella y mata a la tercera. En el último, las palmas de ánimo de los paisanos no consiguen su propósito: muestra Román ilusión juvenil pero falta de madurez, le tropiezan demasiado las telas. No ha sido su tarde.

La profesionalidad y el valor de Sebastián Castella le permiten aprovechar las cualidades de sus dos enemigos. El segundo va largo, humilla, embiste con nobleza: ¿qué más se puede pedir? El diestro hace el poste, consigue algún muletazo reposado; al final, un arrimón y el circular invertido, jaleado como lo nunca visto. Si Borges hubiera escrito de toros –no es el caso– hubiera hablado de su «empeñoso afán». Todavía mejor es el quinto toro, «Juncoso» (no «Juncal», como el de Armiñán), un precioso castaño bociblanco, que derriba en varas y no para de repetir. Castella comienza con tres pases cambiados, enlaza circulares en un palmo de terreno. Tan noble es el toro que muchos piden el indulto: excesivo sería, pero muy justa, la vuelta al ruedo y el torero pasea las dos orejas.

Sebastián Castella disfruta con un gran cuvillo en la Feria de Fallas

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