Diferencias entre el toro que desea el torero y el toro que añora el aficionado

Los gustos sobre el trapío y el comportamiento entre el que torea y el que paga chocan muchas veces

Diferencias entre el toro que desea el torero y el toro que añora el aficionado de san bernardo

andrés amorós

El lenguaje taurino clásico usaba sinónimos pintorescos, distintos entre lo que demanda torero y aficionado. Por ejemplo, para la presentación del toro. Si es pequeño, le llamaba «escurrido, abecerrado, terciado, sacudido». Si es grande, «una catedral, un buen mozo, un tío con toda la barba, un gayumbo, un galafate, un zamacuco, un zambombo».

El aficionnado quiere un toro con yerbas; el torero prefiere un dije

El aficionado quiere un animal «en tipo, bien presentado, serio, hondo, rematado, hecho, cuajado, con hechuras, con yerbas, con trapío, con respeto». El diestro prefiere el que es «bajo, armónico, recogido, cómodo, poco levantado, un zapato, un dije».

Comportamiento

Lo mismo sucede en cuando al comportamiento. Desea el matador un toro «colaborador, potable, obediente, franco, claro, dócil, manejable, pastueño, con son, con fijeza, de bandera, de escándalo, de carril»; incluso, «una monja de la caridad, un santo, una muñeca chochona».

El matador desea un toro obediente; el aficionado añora uno con picante

El aficionado, en cambio, añora un toro «boyante, nervioso, con nervio, pegajoso, pujante, con picante». El riesgo está en que salga uno «incierto, con sentido, con guasa, topón, descompuesto, tobillero, avisado, maleado, picardeado»; avanzando a peor, «un barrabás, un aborto del infierno, un ladrón, un pregonao, un asesino, un terrorista».

Diferencias entre el toro que desea el torero y el toro que añora el aficionado

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