El lenguaje taurino, metáfora de la vida

El léxico de la Fiesta de los toros está presente en la escena política y en nuestro día a día

El lenguaje taurino, metáfora de la vida abc

andrés amorós

Una de las aportaciones más evidentes de la Tauromaquia a la cultura hispánica es la creación de un lenguaje propio . No resulta nada extraño: así sucede también en otras artes (por ejemplo, la música, la pintura, la arquitectura) y en varias profesiones: todos conocemos los lenguajes de médicos, abogados o economistas.

En cierta medida, es una jerga «para entendidos», que, al usarla, se reconocen: constituye su seña de identidad, su llave de acceso a esa «zona sagrada» . Los profanos, por supuesto, quedarán fuera y se verán limitados en su comprensión y deleite.

Pérez de Ayala imaginó con ironía este diálogo: «–Voy a leerle la frase. Dice: “Se arrancó por pies, entrando por uvas como los propios ángeles, y, cruzando como las rosas, endilgó por lo alto de la cruz una media en las tablas”. –Sáqueme usted de este lío. –Le expliqué que todo aquello no quería decir sino que el torero había matado al toro de media estocada junto a la barrera y que lo había hecho al dedillo».

Riqueza léxica

Ante tal riqueza léxica y metafórica, no sorprende que Larra opinara que las Plazas de toros son un campo privilegiado para los lingüistas. De hecho, no son pocos los que admiran la plasticidad de este lenguaje, aunque no sean aficionados a la Fiesta, y que, por ello, leen crónicas taurinas.

Porque no se trata de una jerga profesional más, es algo mucho más profundo. Lo prueba que utilicen el lenguaje taurino incluso muchos que son indiferentes ante el espectáculo e, incluso, que desean suprimirlo. También es curiosa su asimilación por los extranjeros que nos visitan. Y, sobre todo, una realidad innegable: este lenguaje taurino se usa ampliamente, de modo habitual, como metáfora, en la vida cotidiana; y, de modo muy especial, en el terreno de la contienda política.

Tiene esto una consecuencia importantísima. La más elemental lingüística nos enseña que no es cierto que exista, primero, un pensamiento, luego formulado con palabras. No es así. El lenguaje configura nuestro pensamiento desde su mismo origen. Quiere esto decir que el vocabulario taurino forma parte del acervo cultural de cualquier español, sin necesidad de haber estudiado.

Hecho por el pueblo

La Tauromaquia la ha hecho el pueblo español, que somos todos: todos los que libremente queremos acercarnos a ese arte. Es mentira identificarla con una sola tendencia ideológica, social, política o estética. Por eso, el lenguaje taurino lo hace el pueblo y el pueblo lo usa. Es visual, gráfico, pintoresco; se dirige más a la sensibilidad que al raciocinio. Lo adopta tan fácilmente el pueblo porque encaja a la perfección en su gusto por la expresividad. Cuando un escritor culto imagina una expresión taurina nueva, lo hace de acuerdo con los moldes expresivos del pueblo, que por eso la adopta. Es lo mismo que hacían, Arniches, en sus sainetes, y don Manuel Machado, en sus coplas: «Hasta que el pueblo las canta, / las coplas, coplas no son / y cuando las canta el pueblo / ya nadie sabe el autor. / Tal es la gloria, Guillén, / de los que escriben cantares: / oír decir a la gente / que no los ha escrito nadie».

Algunos ejemplos pueden ilustrar todo esto:

LA METÁFORA POLÍTICA

Ya usó expresiones taurinas Franco, en el aniversario de la Victoria (31-III-1949): «Yo desafío a que nadie pueda decirnos haber faltado a lo que, con el toro en la plaza, con la guerra por delante, prometimos». Y tres años después (13-X-1952), en Granada: «El Estado español es un estado social. Así lo definimos, cuando estaba el toro en la plaza».

También lo empleó José María Aznar, en la oposición: «Si el gobierno solo dialoga cuando le conviene, pinchará en hueso». Y en el Debate de Confianza: «Felipe torea para la galería, hace brindis al sol, ha de bajar a la arena».

Hasta Rodríguez Zapatero, tan poco taurino, dijo una vez: «Montilla no es brillante pero sabe arrimarse, como los buenos toreros».

El 5 de febrero de 1995, ocupaba, entera, la portada de ABC la foto en color de una muleta de torear, citando para un natural. En el texto se incluía esta frase: «El PP está obligado a contribuir con máxima energía a que se esclarezca el caso GAL, pero no debe embestir la muleta tendida para que solo se hable del GAL».

Muchos brillantes columnistas de ABC han utilizado sabiamente estas metáforas. Así, Antonio Burgos, para quejarse de nuestro talante: «Aquí, a la Inquisición la levanta siempre el puntillero».

Una columna de Jaime Campmany, «El redondel» (16-V-1992), se centraba en ese campo semántico. Este era el comienzo, con ritmo de copla torera: «En los carteles no han puesto un nombre, sino dos. Otra vez los dos compadres toreando al alimón . Felipe González, el Niño de la Vaquería, y Alfonso Guerra, Guerrita Grande, vuelven a la Maestranza a lidiar en un mano a mano el toro negro de la huelga general, de la acreditada ganadería de don Nicolás Redondo y don Antonio Gutiérrez. ¿Quién lo pensara, madre, quién lo pensara, que el Guerrita a este toro lo estoqueara».

IMPLICA UNA FILOSOFÍA

Emplear un término u otro encierra, por supuesto, una filosofía, una valoración. No es lo mismo decir que ETA es «un grupo terrorista» o «un ejército de liberación»; decir España, simple y rotundamente, o sustituirlo por «en este país», «el Estado central» o «Madrit»; decir el «nacionalismo catalán» o el «separatismo»...

Lo mismo sucede con los términos taurinos, claro está. El que sigue la Tauromaquia clásica habla de «parar, templar y mandar», de «cargar la suerte», de la «casta brava», de «lidiar». Leer estos términos ya me predispone a favor, aunque su significado sea discutible.

METÁFORA DE LA VIDA

Vuelvo al comienzo, para concluir. Usamos expresiones taurinas en la vida cotidiana, con toda normalidad. Se suele llamar a la estocada «la hora o el momento de la verdad» (también, el título de una película del recientemente fallecido Francesco Rossi, sobre Miguelín). Le encantaba al mimo Marcel Marceau –me lo dijo– porque, como don Quijote, al final, todos hemos de afrontar ese momento.

Le gustó mucho a Mario Vargas Llosa una que yo le comenté, «crecerse en el castigo». Es lo que hace el toro bravo, la enseñanza que nos da para los momentos difíciles. Escribe Miguel Hernández: «Como el toro me crezco en el castigo...»

La «querencia» es esa llamada instintiva, irresistible, que impulsa a cada toro a buscar un lugar de la Plaza. El propio Miguel Hernández lo aplicó al amor fatal (lo que los surrealistas llaman el «amour fou»): «Una querencia tengo por tu acento...»

Aficionados o no, llevamos en la boca – y en el corazón – expresiones taurinas. Porque el toro es nuestro mejor símbolo. Vivimos en «la piel de toro», en «el ruedo ibérico». Lo proclamó Rafael Alberti: «El negro toro de España... porque toda España es él».

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