El brutal derribo de un picador y la cruz de Álamo con el descabello
Al salmantino le devuelven un toro al corral con la descastada corrida de Achury en Manizales
Espanto y horror. Las gargantas enmudecieron con el estrepitoso derribo del cuarto toro al picador Clovis Velázquez. Inmóvil e inconsciente, sus piernas quedaron sepultadas bajo el peto. Saltaron a la arena cuadrillas y personal de plaza para rescatarlo y trasladarlo en una numerosa camilla humana hasta la enfermería. No se presentía nada bueno, pero por fortuna pronto llegó una voz al callejón: "Tranquilos, está bien, ha despertado". Fue trasladado al hospital para para practicarle diversos estudios y mantenerlo 24 horas en observación.
A la postre, este "Serrano" fue el más boyante de una corrida de Achury Viejo de pobre casta. Manso, iba y venía a la muleta con nobleza y calidades. Manuel Libardo trató de sujetarlo en varias series estimables, entusiasta y con ganas de triunfo. Dio todo lo que tenía hasta abrochar con manoletinas. El desacierto con la espada le privó de premio. Para colmo se resintió de una reciente lesión en la mano.
Al de Bogotá le había correspondido el otro toro potable, un primero que tardó en romper, pero cuando lo hizo metió bien la cabeza pese a no andar sobrado de fuerzas ni ser de viaje uniforme. Libardo, lucido en el saludo, anduvo a mil revoluciones. Jalearon los muletazos, pero no acabó de surgir el acople con un "Serpentino" al que había que llevar tapado: sabía lo que se dejaba detrás...
La otra sensación amarga de la tarde la vivió Juan del Álamo, que oyó los tres avisos con el complicado tercero, una prenda que se llevó por delante al banderillero Jaime Mejía. Y no dorada, sino de hojalata. No mereció ni su exposición técnica con la muleta, pero tal vez debió de agarrar de nuevo la espada tras el primer encuentro defectuoso. No humillaba ni con cuerda este "Serranito" y se puso imposible para descabellarlo. La cuadrilla tampoco es que fuese muy colaboradora... Salió Libardo a echar un capote. No hubo modo: toro al corral.
Espoleado por ese lunar, salió a por todas en el sexto. Pronto y en la mano, que decía el maestro Chenel, se puso a torear. En el mismo platillo planchó la muleta para citar en la distancia. Decidido, administró con inteligencia las embestidas e intercaló con técnica series por ambos pitones, aprovechando la inercia y sacando al mansito "Rondeño" un jugo que no parecía de primeras que poseyera. Todo iba camino del triunfo, pero la estocada cayó demasiado tendida y, ¡maldición!, de nuevo se atascó con el verduguillo. Una vez recibido el segundo recado presidencial, lo cazó. Por los pelos...
Corretón el segundo, se desplomó y aplomó en banderillas. Santiago Naranjo, variado con la tela fucsia, nada pudo hacer con la roja. Para colmo, a punto estuvo de caer herido tras un arreón del descastado y marmóreo "Madrileño". No cabía más opción que matarlo con dignidad. Y así lo hizo el torero de la tierra.
Con el más grandón quinto se lució en el recibo. Brindó a Joselito Adame una faena que no pudo tomar vuelo por la falta de motor del mortecino "Buenafiesta". Ausencia de raza en definitiva...