Crítica de Danza

Vivir en las alturas..., literalmente

Estreno en España, en el Teatro Central de ‘Les Hauts Plateaux’ creada por Mathurin Bolze

Uno de los momentos de la obra con equilibrios sobre una base móvil y saltos desde trampolín móvil Brice Robert

Marta Carrasco

Un hombre está encerrado en una cabina transparente en una esquina del escenario (recuerda aquella famosa de López Vázquez), y empieza a hablar atropelladamente sobre los pensamientos que le torturan. De esta forma comienza ‘Les Hauts Plateaux’ , una obra que se ha estrenado en España en el teatro Central de Sevilla, de la mano de su creador, Mathurin Bolze , que de esta forma regresa por la puerta grande al escenario nada menos que con siete intérpretes que son bailarines y acróbatas.

Vemos una especie de derribo lleno de andamios, que sin embargo alberga dos camas elásticas donde los intérpretes hacen mil y una figuras, saltos, acrobacias e incluso repetitivas y peligrosas mudanzas como cuando todos a la vez van desplazándose desde la cama elástica, a través de grandes saltos y figuras, hasta incluso una plataforma que, suspendida sobre el escenario, se pone a diversas alturas.

Las camas elásticas están en horizontal, pero también en un momento dado se inclinan sobre el escenario y detrás, una gran escalera que va retorciéndose y sobre la que se cuelgan y desplazan, bien desde arriba o desde abajo, los acróbatas.

No hay que perder ni un momento de la obra porque siempre está ocurriendo algo : saltos, desplazamientos, personajes que aparecen y desaparecen por entre los huecos del escenario, e incluso uno se dedica a coger una radial y cortar algo generando chispas.

El elenco de siete artistas , uno de ellos claramente porteador, se mueve con una facilidad pasmosa creando constantes figuras coreográficas, sobre los trampolines, desde ellos y apoyándose en los mismos. Se suben los unos sobre los otros, y lo que más llama la atención es la suavidad de los saltos y las recogidas, como si las personas fueran etéreas.

Y todo ellos rodeado de una banda sonora que va desde el grupo de rock Zero, el saxofonista americano Colin Stetson , el duo electro islandés, Pan Sonic, Beethoven, o el Poema armonico de Vincent Dumestre. Una selección impecable.

Cada intérprete genera su personalidad, vuela o se desplaza generando momentos que de analizarse sin la rapidez de la escena, veríamos que encierran un alto nivel de peligrosidad. La coreografía y las figuras están milimétricamente diseñadas y los vídeos que se proyectan al fondo, transforman el escenario de cálido bosque a cálido desierto, pasando por imágenes desoladoras de campos desnudos.

Setenta y cinco minutos llenos de poética , con unos contraluces que a veces se asemejan a las antiguas siluetas negras en la pared y una luz embriagadora. Un regreso fantástico de Mathurin Bolze a la gran escena.

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