Teatro Central de Sevilla
Veinticinco siglos no son nada
Iniesta ha afilado una obra que comparece cortante, engrasada, sin ningún postizo ni ninguna protuberancia falsamente contemporánea
Todo lo que se haya añadido al ya legendario montaje primigenio de aquella «Elektra» de los hermanos Iniesta no ha hecho sino afilar la obra, pues ésta comparece cortante, engrasada, sin ningún postizo ni ninguna protuberancia falsamente contemporánea (el clásico aumentado en cadena — Sófocles, Esquilo, Eurípides, Hofmannsthal, Müller — nos sigue iluminando de igual forma que las estrellas extinguidas desparraman su luz en la noche eterna), plenamente actual, como todo verdadero abrazo entre lo arcaico y lo moderno.
¿Dónde radica el éxito? Difícil delimitarlo con palabras. Posiblemente haya que buscarlo justo ahí donde éstas fallan, en el subterráneo rítmico —la obra debajo de la obra— que afecta al verso y a la estrofa, a los parlamentos; también al latido que electrifica los cuerpos y los convulsiona, y a los raptos de danza , a los bailes, a los cantos, a esa música secreta en la que uno nota los veinticinco siglos que nos preceden rumiando esta misma historia, igual y distinta, la de la espiral de la muerte y la sangre.
Para que nada sobre y estos ritmos resuenen, para que en definitiva sean eco, memoria (que desde Proust, al menos, sabemos que no refulge en todo su esplendor sin un olvido previo), «Elektra.25» sigue valiéndose de la polivalencia escénica de un puñado de bañeras que, de la cuna al féretro, se metamorfosean en los cuencos de revelación de toda vida, movidos como mágicamente por una troupe de actores (sobresalientes todos, con Silvia Garzón y María Sanz imantando la escena) que más que encarnar a los personajes capitales de la tragedia parece que se hubieran dejado habitar por esas fuerzas que los sobrepasan, asumido el esquivo y animalesco «más allá de la identidad» que se precisa para sentirnos interpelados en lo más íntimo , no sólo como espectadores frente a un espectáculo.
Sólo queda desear que esta «Elektra» aguda y tajante siga rodando y visitando países, y que las catarsis sean provechosas.
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