Crítica de teatro
La soledad poblada
«La nieta del señor Linh» es una obra itinerante, un «work in progress» que se adapta, en cada país coproductor
![El autor de la obra, Philippe Claudel](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2019/11/24/s/nieta-sr-linh-kUF--1248x698@abc.jpg)
«La nieta del señor Linh» es una obra itinerante, un «work in progress» que se adapta, en cada país coproductor (Francia, Bélgica y España), a un actor y a una lengua. Este inacabamiento tendrá inéditos frutos, como advierte el propio director ambulante, el belga Guy Cassiers, cuando el trayecto se complete y, por ejemplo, puedan subir varios señores Linh al escenario, quizás formulando entre todos un esperanto de la necesidad en tiempos convulsos.
Por el momento, hay que conformarse con cada tablón del naufragio, lo que no es poco. Aquí Linh, un anciano al cuidado de su nieta recién nacida, y ya huérfana, que de la noche a la mañana se convierte en un refugiado en tierra extranjera europea, cae en el cuerpo, los gestos y la voz de Lluís Homar , un actor a la altura de la exigencia. Solo y explotado —deberá encarnar todos los signos de vida de la obra: será el narrador, dará voz al propio Linh y también responderá por el señor Bark, el único amigo y especial interlocutor en el país de acogida de este emigrado a la fuerza—, Homar va poco a poco dibujando un territorio dentro de la escena, adaptando cada «gadget» tecnológico —cámaras, instrumentos, radios— a su ideario imaginativo: dar a ver lo invisible sin desvelar hasta el final los secretos de lo aparente, poblar una soledad en definitiva.
Aunque el entramado de grabaciones y pantallas, este pequeño circuito televisivo que monta Homar para multiplicar identidades y ensayar diálogos sordos entre orillados, subraye el mensaje ecuménico de la obra y proporcione algún que otro destello escénico interesante, «La nieta del señor Linh» se juega entre palabras. Y ahí, y con ellas, es donde se anuda el corazón de la obra —los límites del lenguaje como límites del mundo; junto con la posibilidad de trascender las barreras mediante esa gimnasia extralingüística e inefable que es la de la amistad y el amor— con su puesta en escena. Digamos que, para resumir, sobra buena parte de la cacharrería y cualquier aditamento escénico cuando un actor es capaz de contar una historia e interpretarla hasta hacernos olvidar las suturas y que todo emane mágicamente de una única voz.
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