Crítica de Flamenco

Rafael Campallo no renuncia a su baile

El bailaor sevillano ofrece un recital en los «Jueves Flamencos« de Cajasol

Rafael Campallo en los «Jueves flamencos» de Cajasol ABC

Marta Carrasco

Un flamenquísimo Rafael Campallo presentó su nueva propuesta, «Sin renuncia» en una noche de los «Jueves flamencos» de Cajasol esta vez travestido al miércoles, cosa que produjo algún despiste al respetable acostumbrado ya al otro día de la semana que da nombre al ciclo.

En escena artistas de los que ofrecen seguridad al bailaor: su hermano Juan Campallo a la guitarra, junto con David Vargas; Miguel Soto «Londro« y Jesús Corbacho, al cante, y a la percusión las manos de José Carrasco.

Rafael Campallo es un artista que disfruta en escena. Su baile no se esconde detrás de gestos artificiales, todo está a la vista. El sevillano, alumno de José Galván, sabe que esa complicidad con el público es parte del éxito, y ello lo consigue con la frescura de su baile.

«Sin renuncia» es sólo baile, sin más, a la manera de recital y sin otros argumentos que no sea bailar y gozar. Con una composición escénica clásica, cante, percusión y guitarra detrás, el bailaor surge de negro por ,martinete y seguiriya de los cantaores que finalmente se sitúan frente a frente para rodear al baile.

Y ahí comenzó ese flamenco adornado que tiene Rafael cuando utiliza con la misma efectividad los brazos, las manos y su zapateado, siempre rutilante. Juan Campallo se embarca con la farruca a solas, sin cante. Y baila Rafael templado, marcando, algo que suele hacer en sus gestos flamencos, con remates en silencio.

Taranto coronado por tangos de Triana , palo en el que Campallo es maestro y que proclama su flamencura, y por fin soleá y bulerías al golpe, marcando desplantes y remates, con un finísimo zapateado con matices, algo difícil de escuchar en los últimos tiempos. Rafael es un bailaor festero , que se entrega al flamenco con la naturalidad de quien lleva desde los once años metido dentro de él. Una noche sin renunciar a nada, y mucho menos a un flamenco sencillamente barroco que rezuma a tiempos remotos interpretados en el siglo XXI. Una mezcla que funciona.

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