LA CUADRA

«Quejío»: la reposición de un clásico andaluz

El Teatro Salvador Távora repone este miércoles la ópera prima de La Cuadra, estrenada en 1972

Imagen de la representación de «Quejío», estrenada hace cuarenta y cinco años ABC

JULIO MARTÍNEZ VELASCO

El próximo miércoles tendrá lugar en el Teatro Salvador Távora la reposición , al cabo de cerca de medio siglo, del primer espectáculo dramático creado por uno de los dos dramaturgos más creativos de la segunda mitad del siglo XX: Albert Boadella con su grupo Els Joglars en Barcelona y Salvador Távora con su grupo La Cuadra en nuestra ciudad. La exuberante y original aportación dramatúrgica de ambas personalidades creó sendas formas de expresión teatral que en el curso de sus respectivas trayectorias aportaron a la escena hispana una serie de espectáculos irrepetibles que marcaron toda una época , un antes y un después.

«Quejío» fue la primera muestra del talento artístico de Salvador Távora, quien años antes había actuado como cantaor en «Oratorio» , deslumbrante montaje dirigido por el malograd o Juan Bernabé para el grupo Teatro Ensayo Lebrijano que desde 1966 triunfó en el Festival Internacional de Nancy .

La experiencia de su paso por este grupo, creador del teatro campesino andaluz, inspiró a Távora para crear su originalísimo «Quejío», poema patético-flamenco que nació en el local sevillano de La Cuadra, de Paco Lira , donde se reunía la intelectualidad progresista. El resultado fue una síntesis prodigiosa de humanidad hecha plástica y sonido.

En esta ópera prima de Távora se elimina todo lo superfluo: verborrea, dulcedumbre y tópicos. Solo aparece lo imprescindible: el hombre, el hombre capaz de expresar sus sentimientos. Ahí está la creación estética y ahí está «Quejío». Távora localizó al hombre en el tiempo y en el espacio, Andalucía como espacio y el hoy y el siempre como tiempo . Así logró descubrirnos al bracero agrícola de nuestra tierra a través de sus cantes: el martinete, el taranto, la bulería, la arboreá, la seguiriya y la petenera.

No es de extrañar que al pretender la recreación escénica de una Andalucía un tanto orteguiana, sin resquicios almibarados ni concesiones turísticas, surja un espectáculo desgarrador , en el que la urdimbre ancestral de los cantes quede al descubierto con una brutalidad que, lejos de repeler, hace vibrar hasta las más recónditas fibras de la sensibilidad popular .

Esta autenticidad, desnuda de todo elemento superfluo, hizo que el espectáculo hubiera sido perfectamente asimilado no solo por el público madrileño, de manifiesta heterogeneidad, sino por los más diversos países europeos. Porque en él está quintaesenciado el concepto Andalucía , sin mixtificaciones, sin la menor concesión a la baratija pseudofolklórica.

Si los franceses, los italianos, etc., vibraron ante esta expresión de una Andalucía que no conocían más que a través del espejo lorquiano, no será de extrañar que los sevillanos del siglo XXI acojan esta reposición con entusiasmo , aunque la sociedad haya cambiado bastante en medio siglo.

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