Teatro en Sevilla
‘Principiantes’: problemas de fidelidad
Entre los logros de esta obra, el despliegue corporal y el indiscutible magnetismo de Javier Gutiérrez
La lógica complacencia ante la literatura de Raymond Carver , afilada, penetrante, sólida, algo solemne y, desde luego, «adulta», condena a ‘Principiantes’ a una vistosa tierra de nadie. No pueden obviarse los muchos logros, entre ellos el despliegue corporal y el indiscutible magnetismo de Javier Gutiérrez , pero éstos —que tienen que ver con ese inefable suplemento con el que el ‘directo teatral’ puede pervertir lo escrito, lo sometido a guión— siempre se producen a pesar de todo, si somos capaces de borrar el excesivo respeto a las marcas literarias (incluso al escrúpulo con el contexto norteamericano del asunto, que bien podría haberse adaptado sin merma alguna).
Es decir, en una obra sujeta a una escalada dramática, de riesgo y exposición evidente por parte del elenco, que debe asumir un texto que se nutre de las exaltaciones y depresiones físicas provocadas por la larga reunión alcohólica entre dos parejas en desigual momento vital —alguien debería advertirles de que esta manera de escanciar y trasegar ginebra en los combinados es más propia de la ciencia —ficción que del ‘banquete distópico’—, cualquier interrupción, cualquier cambio de ritmo o apertura de distancia y perspectiva, supone lo mismo que el chasquido de dedos del hipnotizador frente a su presa, un despertar brusco que desorienta y tras el que cuesta reengancharse de nuevo con la misma intensidad.
Cuando ‘Principiantes’ deja de traducir literatura y de subrayar escénicamente —mediante vídeos de meteorología adversa y música ambiente— lo que de por sí muestra, se aprovecha de la semilla , esa escondida potencialidad, que Carver sí plantó para el teatro, y que está relacionada con el poder de la palabra para trascender la realidad, con la capacidad del enunciador —quien rememora una vivencia, quizás falsariamente, o deletrea como puede un sueño— para fascinar, para raptar la atención y levantar un paralizante espejo que sostienen, al mismo tiempo, personajes y lectores/espectadores.
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