Peeping Tom vuelve al Teatro Central de Sevilla con un estreno mundial sobre el amor
La compañía belga pone en escena una obra en forma de tríptico para ocho bailarines
![Estreno mundial en el teatro Central de la compañía belga Peeping Tom](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2021/01/29/s/peeping-tom-virginia-rota-kWyC--1248x698@abc.jpg)
El estreno mundial de la última obra de la compañía belga Peeping Tom llega a Sevilla por esas carambolas de la vida. Su «première» absoluta debía haberse realizado en la Ópera de París, pero la pandemia ha trastocado los planes. Se estrenará en el Teatro Central, pero, eso sí, con horario Covid-19: hoy, a las tres de la tarde; y mañana, a las 12 horas.
La obra se titula, «The Missing Door, The Lost Room y The Hidden Floor», una trilogía ideada originalmente por encargo para el Nederlands Dans Theater y que ahora vuelve a la escena reinventada y adaptada para los intérpretes de Peeping Tom.
«Cuando hicimos un estreno en junio en el teatro Grec, no pudimos hacerlo completo, sólo dos de las partes. En Sevilla es estreno mundial», dice la creadora argentina Gabriela Carrizo , quien dirige la compañía junto a Franck Chartier.
La directora afirma sentirse como en casa en el Teatro Central. «Aquí hemos venido siempre con nuestras piezas, el público nos conoce y es un gusto estar en un teatro, algo que en esos tiempos parece un milagro. Cada vez que Manuel Llanes me llama, salto. No quería oír malas noticias. Estas funciones para nosotros son como una isla, porque se nos ha cancelado todo en los últimos meses», asegura.
Las obras en trípticos son características de Peeping Tom, y en el Central se han podido ver anteriormente, «Le Jardin, Le Salon y Le Sous Sol», y «Madre, Padre e Hijo».
Los ensayos se hicieron cuando la desescalada y con muchas dificultades. «Justo antes de hacer la función cambiaron las medidas sanitarias, y nunca hemos visto la función en escena. A estas alturas la obra tendría que estar más madura. Pero también es emocionante tener la fuerza y sentir el vértigo del estreno . Hay algo especial en medio de un océano de nada, y es poder encontrarse con un público, algo que da una fuerza tremenda».
La obra, forjada para el Nederlands Dans Theater, donde previamente crearon otras piezas en 2013 y 2015, «ha sido rehecha para Peeping Tom. Nuestros bailarines son distintos, son otros y dan otro color a la interpretación , así que hemos readaptando la obra en base a ello. Nosotros partimos siempre de un espacio y una atmósfera antes de poblarlo. Es un relato donde los actores son los propios artífices de esa ficción y la van modulando y creando. Este set se transforma además a la vista del público, en una transición que forma parte del viaje. Es un barco donde cada vez más se va entrando en una cierta intimidad. Y en la última parte el lugar se inunda y queda a la deriva. Es una historia de amor en la que buscan reencontrarse porque sus vidas han sido zarandeadas por el tiempo».
Dice Gabriela Carrizo que la parte física, tan característica de esta compañía, sigue siendo intensa . «Por supuesto tiene mucho de teatral, pero sí hay mucho movimiento y casi no hay texto. Y sí, tiene momentos que parecen sencillos pero son difíciles».
Confiesa que crear una pieza como esta «es algo muy complejo, sobre todo a nivel espacial. Pero yo creo que en la danza actual no hay fronteras. Nuestro trabajo siempre ha sido tratar de borrar esas fronteras, entre la danza y el teatro y justamente conseguir esa conexión con el espacio y la música, y con algunas herramientas que le pedimos al cine, como por ejemplo el zoom o el sonido. Hay que conjugarlo todo».
En sus obras, como en ésta, hay historias, una narración a veces cronológica con relación al tiempo. «Yo creo que cada espectador siente nuestras obras de diferente manera. Y a veces el público, dependiendo de donde actuemos, reacciona de diferente forma. Muchas veces se ríe en un determinado momento y, de repente, en otro lugar esperas las risas y hay un silencio absoluto, A veces, esas risas te ayudan a seguir en la obra, pero otras no, en ocasiones te incomodan».
Gabriela Carrizo y Franck Chartier celebrarán el verano que viene en el Teatro de Bruselas los veinte años de Peeping Tom. «Pero también trabajamos por separado. Ahora, por ejemplo, Franck dirige una ópera en Ginebra con nuestros bailarines y yo estoy con proyectos que voy a presentar en museos como el de Amberes y en Reggio Emilia. Es una forma de nutrirse porque aprendes de otros contextos», asegura Gabriela Carrizo.