CRÍTICA DE TEATRO

Obras alrededor de Trujillo

Juan Echanove protagoniza esta obra de teatro que abrió este pasado viernes el Singular Fest de Sevilla en la Plaza de España

Juan Echanove protagoniza «La fiesta del Chivo» ABC

Alfonso Crespo

El trasvase de la famosa novela —un poco condenado al fracaso de antemano— al teatro produce un batiburrillo de obras en una . La mejor de ellas, que dura demasiado poco, tiene a un contenido y recio Echanove de sátrapa monologante, abriendo su corazón tan negro desde la soledad de una escena donde lo público y lo privado se contaminan, como en cualquier pulsión dictatorial. Un sillón regio, un espejo esquinado y desenfocado, como sinécdoques del poder absoluto.

Junto a esta potencial obra autárquica —el Trujillo de Echanove, en el fondo, aparece poco y hasta se le puede llegar a echar de menos—, hay, al menos, dos más que pretenden responder a la estructura tripartita del original de Vargas Llosa .

Una, la del séquito de aduladores y atemorizados hombres del régimen, depara algún buen momento coreográfico , si bien estos segmentos se sienten breves y en exceso condensados como para apreciar desarrollos psicológicos en unos personajes bastante estereotipados.

La otra, la más «sauriana» —los que recuerden el conflicto de Saura y Erice con Querejeta por cómo representar, desde un presente, el conflicto pasado entre padre-hija en «Elisa, vida mía» y «El espíritu de la colmena» , sabrán de lo que hablo—, es la que termina por actualizarse plenamente, liquidando al resto de obras posibles. Pero justo aquí, en el drama de Cabral y el sacrificio de su púber hija Urania, entregada a Trujillo para no caer en desgracia y como prueba definitiva de adhesión incondicional, «La fiesta del Chivo» se agarra a subterfugios teatrales para salvar el abismo con la literatura.

Así, si por un lado se quiere dar a ver lo máximo posible (la reveladora noche de la violación en la casa de caoba), por otro impera el característico desvío de Saura , fundado en el pudor y el amortiguamiento: Urania siempre será una adulta «entre-tiempos», una que nos cuenta, que nos explica minuciosamente lo ocurrido mientras nos mira a los ojos, persiguiendo el entendimiento y la comprensión.

Es decir, no un personaje más, ni tan si quiera desmedido e irreal, como el propio Trujillo, sino uno con privilegios, con el de poder expresarse sin las restricciones del resto de habitantes de la escena, como se hace sobre el papel o con una «voz en off» que sobrevolara imágenes .

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