Crítica de teatro

'Una noche sin luna': Hace Federico

El verdadero imán de 'Una noche sin luna' tiene que ver con aquella vieja apreciación de Jorge Guillén, la de Lorca como posibilidad meteorológica.

Juan Diego Botto en 'Una noche sin luna' ABC

Alfonso Crespo

El verdadero imán de 'Una noche sin luna' tiene que ver con aquella vieja apreciación de Jorge Guillén , la de Lorca como posibilidad meteorológica. El espíritu de ese «clima en sí mismo» que atraía la atención de todos es lo que acontece cuando la obra olvida el juego estructural de los tiempos en abismo y Juan Diego Botto se lanza a la imitación imposible y elucubradora de los gestos y la voz del poeta.

En esa valentía se alumbra lo mejor que la obra contiene de supervivencia, pues este trasunto verosímil hablará con su propia lengua —ejercitada con desparpajo en entrevistas, charlas, conferencias y en su producción teatral y lírica—, pero a nosotros, instituyendo un verdadero puente desde las palabras de la época mientras rebusca en ese plano inclinado —cajón, tarima, desván, ataúd— que le ha fabricado el maestro Curt Allen Wilmer , donde se esconden los trazos, las huellas y los objetos de la vida cercenada antes de tiempo como epítome de todos los destinos quebrados y aún a la espera de sepultura.

En esta atrevida y apabullante encarnación de Lorca no radica curiosamente el pecado de «hybris» de Botto y Peris-Mencheta , sino en creer que todo se puede acercar, que todo es digno de montaje (en sentido, ahora, cinematográfico). Y eso que rozan el problema con las yemas de los dedos: ¿no ha habido un «exceso de memoria», incluso una mala memoria alrededor del poeta granadino? ¿no se echaban en falta propuestas oblicuas como ésta o la reciente de Histrión Teatro, «Lorca, la correspondencia personal», después de décadas de improductivo, repetitivo e interesado manoseo del legado?

Cuando se «monta» bien, cuando se olvida, para mejor recordar (como enseñara Proust), el mito de Teseo según Lorca nos puede ayudar a saber quiénes somos y de dónde venimos. Cuando se «monta» mal, el poeta puede devenir en un caso, el «caso Lorca», como hay «caso titiriteros» o «caso Hasél», es decir, convertirse en una mala copia, en un estereotipo que uno podría imaginar discutiendo con un simpatizante de Vox. Así, la parte «activista» de «Una noche sin luna», con Juan Diego Botto multiplicado, nos parecía que boicoteaba a la otra, la más falsa pero más auténtica, la que termina coronando la noche estrellada, ahí donde Agamben encontró una metáfora sobre lo que verdaderamente supone «ser contemporáneo», notarse iluminado por la luz de las estrellas y saberlas extinguidas.

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