Teatro

Mujeres frente al cristal

Más que una adaptación de «Mujercitas», la obra es casi una autopsia, aunque gozosa y potente

Un momento de la obra de adaptación de «Mujercitas» ABC

Alfonso Crespo

Más que una adaptación de «Mujercitas», tiene uno la sensación de estar ante su autopsia. Pero se trata de un feliz examen póstumo, un análisis gozoso que posiblemente adquiera su fuerza del hecho de no esconder del todo que la sonrisa también es triste, incluso algo desesperanzada. Podría decirse que, a fin de cuentas, se transmite aquí la única enseñanza feminista que se aleja de todo populismo, de todo oportunismo: sin hombres a la vista ni dentro ni fuera de la obra, sin que nadie los eche en falta.

«En palabras de Jo… Mujercitas» se desboca y se recoge, se extiende y acentúa, diástole y sístole de un mismo corazón. Así, comparecen por un lado las jóvenes e inmortales protagonistas —que, al mismo tiempo, son encarnadas por actrices emergentes, las que intentan hacerse un hueco en la profesión— dueñas de una frescura interminable que en la obra se traduce en un potencial coreográfico, en la posibilidad de devenir en masa en movimiento, una y todas al mismo tiempo. Pero, al lado, en convivencia con lo reconocible, habita el punto de vista, que asimismo hace las veces de punto de fuga: el lugar desde donde miran Gamboa y Blasco, un «off», un margen desde el que se sobrevuela la obra y el legado de Alcott, el borde literal de la escena que habitan —casi expulsadas— las actrices (las mujeres) maduras, para reivindicar el legado callado, pregnante, de la escritora; su verdadera revolución.

A partir del segundo acto la inocencia convive con la ironía, que es inteligencia y tristeza del humor. Gracias al espléndido trabajo cómico y dramático de Clara Sanchís y Maite Sandoval sentimos esa transición entre una risa física y otra mental, curtida, serena pero también amarga, con ambas pisando dentro de las tablas pero también encima del ambiguo pedestal del demiurgo que fiscaliza los destinos de sus criaturas de ficción, de sus compañeras de reparto, el recuerdo de lo que ellas fueron.

En ese juego de espejos entre el presente y el pasado, el directo y la distancia, «Mujercitas» de Alcott se sacude el almíbar que el tiempo le fue adhiriendo y se presenta como quieren todas estas mujeres, en su vuelo virtual, como la superviviente que mostrara sus heridas ya cicatrizadas.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación